Leo hoy en Heraldo de Aragón una
curiosa noticia: “La Junta
de El Rabal pedirá que se reubique la antena de telefonía de la calle de Sobrarbe”.
El motivo, al parecer, es que hay quejas por parte del colegio próximo “Cándido
Domingo” por las posibles radiaciones. Pero lo más curioso es que la foto que
presentan como prueba de la existencia de esa “antena de telefonía” (estación
base) no es cosa distinta a una vulgar antena de televisión existente en el
tejado de un hotel. Yo vivo en sus proximidades y me he acercado a comprobarlo.
Es más, en ese periódico se cuenta que “la antena nunca llegó a funcionar”. Pues,
menos mal. Para lo que hay que ver en televisión, es preferible leer algo de
fuste o acercarse hasta el Ebro por ver el agua correr. Entre maestros de
escuela histéricos y asociaciones de padres de alumnos que confunden las
radiaciones electromagnéticas y los campos de radiofrecuencia con el tocino, o
con la velocidad, vamos apañados. Cuándo se van a enterar de que en su
domicilio particular disponen de microondas, de televisión, y que en su bolsillo casi todos
los ciudadanos portan un teléfono celular que, cada vez que lo utilizan se lo llevan a la oreja, o sea, cerca del cerebro y que, cuando pueden, se torran
al sol en la piscina o en la azotea del ático. Pero a eso, miren ustedes por dónde,
ni los docentes ni la asociación de padres de alumnos les dan mucha importancia. El caso es
protestar por lo que sea. Ya de paso, me gustaría saber por qué al barrio de
Arrabal de toda la vida le dicen ahora El Rabal. Una cosa es el barrio de
Arrabal y otra cosa es el distrito de El Rabal, que abarca los barrios de
Arrabal, Cogullada, Jesús, La
Jota, Picarral y Vadorrey. A las cosas hay que llamarlas por
su nombre.
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