Mientras Juan Goytisolo cervanteaba en la
Universidad de Alcalá de Henares y ponía el dedo en la llaga:
“crisis económica, crisis política, crisis social, más del 20% de los niños de
nuestra marca España, vive hoy bajo el umbral de la pobreza, etcétera…”, nos
enterábamos estupefactos de que el viaje a Buenos Aires de los más de 200
invitados a todo pagado (para escuchar a Ana
Botella aquella estupidez del café con leche en la Plaza Mayor), había salido por más de un millón de euros de
vellón en sólo cinco días de estancia. Total, para hacer el ridículo más
espantoso. Goytisolo también expresó, refiriéndose a Cervantes, el deseo de comercializarlo por parte de Botella,
semillena en alardes inanes y semivacía en sentido común. “Comercializar sus
huesos -dijo el escritor galardonado- de
cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China”. Da
todo igual. Manuel Rivas, en El País, escribía hace pocas fechas que “quizás
Rato ha prestado un gran servicio a
España: ser la gota que colma el vaso. Es esa gota la que apresa el agente
aduanero cuando agarra por la nuca al exdirector del FMI. La llamada ‘amnistía
fiscal’ ha sido un eufemismo para legalizar un estado de indecencia”. No se
puede ser más claro. El Gobierno se acaba de gastar una morterada de dinero
público, ese parné que parece que no sea de nadie, en una bandera para un
cuartel de Álava. La Asociación Unificada
de Guardias Civiles está indignada: “La Guardia Civil da prioridad a desfiles,
ceremonias y otros actos llenos de brillo, medallas y banderas, a la apertura
de cuarteles innecesarios en el pueblo del ministro [Fitero], donde vive la
madre de Jorge Fernández Díaz, y a
la organización de expediciones a santuarios religiosos”. Pero lo que le
molesta a esa Asociación es que, mientras tales cosas acontecen, no haya dinero
para chalecos antibalas y vehículos adecuados. Y eso ya es peor. A este paso,
los miembros de la
Benemérita volverán a la bicicleta, como en los tiempos de mi
infancia, con aquellas Orbea gris-perla,
el tricornio con cogotera calado hasta las cejas y el máuser sujeto en la barra central. En fin, así está esta corrala. Es
como la Ínsula Barataria que aspiraba a gobernar Sancho mientras don Quijote
cervanteaba contra los molinos de
viento.
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