El misterioso helicóptero aparecido en un descampado de Níjar podría servir para
hacer una nueva serie de Verano Azul,
donde el helicóptero podría suplir a La Dorada,
el destartalado pesquero varado en Nerja; y el moderno Chanquete en vez de ser un viejo marinero se convirtiera en un
aviador retirado que viviese dentro de la carcasa de ese aparato, un
helicóptero amarillo y grandote que no parece que sea de nadie y que permanece
volcado sobre uno de su laterales como si se tratase de una libélula muerta. Lo
que ya no sé es si resultaría sencillo descubrir un actor que estuviese a la
altura de Antonio Ferrandis o un
director como Antonio Mercero.
España ya no es la de 1981 y no sabemos si 34 años más tarde la muerte de Chanquete
causaría hoy el mismo dolor a los españoles que entonces. Que se puediese morir
un aviador en un descampado de Níjar no dejaría de ser un gaje del oficio.
Además, segundas partes nunca fueron buenas. La Dorada
fue una maqueta hecha en Prado del Rey para la serie. Pero igualmente podría
haber servido el Azor. El helicóptero
en cuestión, en cambio, es un artefacto achatarrado que alguien lo depositó en
ese lugar de Almería con el mismo sigilo que se deja olvidado un perro en una
gasolinera o a un anciano en un hospital al inicio de las vacaciones de verano.
No sé si el helicóptero tendrá número de chasis. Por ahí debería empezar la Guardia Civil a la hora de
investigar su procedencia. No descubro nada nuevo si afirmo que por el humo se
sabe dónde está el fuego. Pero tal vez piense de otra manera Arsenio Fernández de Mesa, que otrora
gestionó el hundimiento del Prestige
y dijo aquella frase lapidaria de “probablemente el fuel no toque las costas
gallegas”. Se cubrió de gloria.
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