Leo en el diario ABC que
“crece en Italia el fenómeno de dar de cenar a desconocidos en el propio
domicilio, a la manera de los paladares cubanos. El precio medio: 25 euros”.
Hombre, es una buena idea siempre que el precio merezca el menú. En España lo
tenemos más difícil. En mi juventud, no sé ahora, existían las casas
particulares que admitían personas a pupilaje. Se llamaba vivir en patrona. Un
amigo me contó en cierta ocasión que en aquellas casas sólo se podía
permanecer, como mucho, 15 días. Pasado ese tiempo se relajaba la atención
hacia el huésped y ya no traía cuenta. Otra modalidad era, y lo sigue siendo,
el alquiler de una habitación con derecho a cocina. Pero el tema de trasladar
los paladares al estilo cubano a España es asunto delicado. Sucede que en Cuba
hay unos restaurantes controlados por el gobierno y otros que son comercios
privados. Nacieron a fines de los años 90 y ayudan mucho a que las familias
puedan hacerse con algo de dinero europeo en tiempos tan difíciles para esa
isla. Conviene aclarar que en Cuba existen en circulación dos monedas de curso
legal: los pesos (moneda nacional) y los CUC (pesos convertibles). El dólar
estadounidense no es aceptado en la isla. Sí el euro, pero su cambio fluctúa
casi todos los días; aunque prácticamente un euro equivale a un peso
convertible y éste a 24 pesos cubanos.
Para los cubanos, un euro es equiparable a lo que antes era un dólar estadounidense,
pero han ganado en el cambio ya que es fácil adivinar que la moneda europea se
cotiza más que el dólar en los mercados internacionales. Pero a lo que iba,
moreno. En este país, el fenómeno de dar de comer a desconocidos en casa no sé
si resultaría práctico. Se compran muchos libros de cocina pero sólo sirven
para llenar estanterías. El 27% de la población está en riesgo de pobreza, es
decir, uno de cada cuatro ciudadanos, según la tasa Arope (at risk of poverty and/or exclusion) que es el
indicador europeo que mide la población en desamparo en una sociedad. Y muchos
de esos ciudadanos se han olvidado del sabor de un filete de ternera, de poner
un mantel en condiciones o de hacer una
comida de fuste. Por eso digo que lo tenemos chungo en ese I+D+i de andar por
casa. Se comen muchos macarrones pero nunca se gratinan por el coste del horno.
Se abusa de infames bocadillos, que se devoran frente a una televisión que
explica cómo ha sido el retorno a Sálvame
de Belén Esteban, o tomando todos
algo de una fuente en medio de la mesa con un brazo caído y con el otro
metiendo cuchara y paso atrás. Y así no hay manera.
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