Hace ya mucho tiempo, sobre los 80 tal vez, escribía Josep-Vicent Marqués en su artículo “El
oficio y el estigma” en el diario El País:
“Tengo la impresión al oír a quien desprecia al gigoló o al chapero que
lo que les reprochan es precisamente hacer algo que es propio de mujeres. De
otra parte, cuando la prostituta tiene
ciertos medios económicos, el vecindario empieza a mostrarse menos duro
con ella, o al menos simula creer que no se trata exactamente de una
prostituta. Puede ella incluso simular otra ocupación. (…) La miseria espanta”.
Hace pocos días leía a un conocido articulista en ABC de Sevilla que esa ciudad, durante la Semana Santa, se llena de
mexicanos, como invitados de excepción entre la clase pudiente. “Tener aquí a
unos mexicanos es tendencia –comenta el articulista-. La gente los ha tenido en
Semana Santa o los tiene ahora, para los toros y para la Feria. Si no tienes aquí
a unos mexicanos es que no eres absolutamente nadie. Mexicanos riquísimos
todos, por descontado”. No sé, cuando el mexicano en cuestión tiene cuartos,
también el vecindario comienza a mostrar se menos duro con él. Sucede como con
la prostituta con ciertos medios económicos. Lo ven como un señor de negocios,
todo un Epulón llegado de vacaciones a casa de unos amigos, al que le salen los
pesos mexicanos por todos los poros de su cuerpo, y sobre el que no cabe la más
mínima sospecha sobre la claridad de tales supuestos negocios. Se da por hecho
de que el mexicano que llega entre bullicios y alharacas a Sevilla tiene pozos
de petróleo, cementeras y acerías; y nadie se para a pensar sobre el posible
origen de su dinero. Nadie se para a pensar, digo, que en México, hay tres zonas en disputa por los
carteles de drogas y hay seis rutas internacionales. Los carteles del Golfo,
Tijuana, Juárez y Sinaloa tienen control de estas rutas y los otros carteles
están luchando para controlarlas, o que la marihuana, que es la droga más
común, viene de una zona norte de Veracruz hasta la frontera de los Estados Unidos.
Pero con ello no pretendo decir que los negocios de esos turistas no sean
serios y legales. Doy por hecho que sí. Su honradez se les supone. “Mira,
te voy a presentar a estos amigos mexicanos que tenemos el gusto de que pasen
unos días con nosotros...”, -comenta el articulista-. “Y luego, por lo bajini,
con mucho misterio, una vez que te han presentado a los mexicanos, te comentan:
Ahí donde los ves, son la tercera fortuna de México” (…) “México debe de estar
vacío. Si los mexicanos ricos se vienen todos a Sevilla a pasarlo bien y los
mexicanos pobres se van todos a Estados Unidos de espaldas mojadas, ¿quién
queda en México?”. Sí, ya sabemos que la miseria espanta, y las prostitutas
pobres y los chaperos encenagados en
su error y la gente comida por la piojera… ¡Yo qué sé!
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