En el taco de calendario, Mensajero, que edita la
Compañía de Jesús en Bilbao, leía ayer en su reverso unos
“avisos parroquiales” que no tiene desperdicio. Uno de ellos: “El viernes, a
las siete de la tarde, los niños del Oratorio representarán la obra Hamlet, de Shakespeare en el salón de la iglesia. Se invita a toda la
comunidad a tomar parte de esta tragedia”. Otro: “El tema de la catequesis de
hoy es el siguiente: ‘Jesús camina sobre las aguas’. Y tomen nota, el tema de la catequesis de
mañana será ‘En busca de Jesús”. Hay
más, pero sólo dejo esas dos muestras para que el lector juzgue. Según y cómo
se cuentan las cosas, puede suceder que se nos aclare lo que alguien tiene
interés en transmitir o produzcan el efecto contrario al deseado; es decir, nos
sumerjan en un proceloso mar de desasosiego. Que se invite a tomar parte de una
tragedia, o que el Mesías camine
sobre las aguas y al día siguiente haya que buscarle, tiene su miga. En otras
ocasiones, una información mal detallada puede dar lugar a un enfado
generalizado por parte de los sexagenarios que componen una coral y que orientan
todo su ardor en que el grupo vocal funcione como si se tratase del Orfeón Donostiarra. Vean si
no tengo razón: “El coro formado por nuestros queridos fieles y amigos de la
parroquia, mayores de sesenta años, se suspenderá durante todo el verano, con
agradecimiento por parte de toda la parroquia”. Otras veces, la pasión por el
deporte puede producir una situación de asombro: “El torneo de baloncesto entre
las parroquias continuará con el partido del próximo miércoles por la tarde.
¡Anímense todos y todas! ¡Acompañemos a derrotar a Cristo Rey!”. Con avisos parroquiales como esos ya no será necesario que Pedro Sánchez, ese político socialista que dice hoy una cosa y
mañana la contraria, manifieste que hay
que revisar los acuerdos con la Santa Sede. Pero no debemos
fiarnos. Derrotar a Cristo Rey es tarea complicada hasta en Semana Santa. Ya
dijo García Lorca en una conferencia
que “en todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas.
En España no. En España se levantan. Muchas gentes viven allí entre los muros
hasta el día en el que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España está más
vivo como muerto que en ningún sitio del mundo: hiere su perfil como el filo de
una navaja barbera”.
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