Estos días la prensa describe procesiones, recorridos, anécdotas sobre
cofradías y todas esas cosas propias de la Pascua florida. Pero también leo que un jubilado
de 74 años ha muerto
en un cementerio de
Pensilvana mientras decoraba la lápida de su suegra. El hombre estaba
arrodillado junto a la losa al tiempo que su esposa ataba una cruz y le
sobrevino encima, aplastándole. Es un caso de mala suerte que suele dar buen
juego en esos días en los que se detiene la actividad política y económica. La
viñeta de
Vergara, en
eldiario.es,
tiene su acostumbrada chispa: Noche de procesiones. El público mira el paso de
las peanas. Una mujer dice: “Y ese paso que viene por ahí es el Calvario del
Partido Popular en las Elecciones Andaluzas”, y un tipo que está a su lado, con
máquina de fotos lista para ser utilizada, le pregunta: “Y el tipo crucificado
con el letrero ‘
Moreno Bonilla
Presidente de los Andaluces’, ¿quién es?”. Alguien de entre el público
contesta: “Exacto”.Y ayer, jueves, la ciudad de León volvió a homenajear a
Genarín en la
Procesión de los Borrachos. El pobre Genarín
murió atropellado por un camión de la basura el Jueves Santo de 1929. Como ya
es tradición, sus fieles devotos
le
leyeron poemas botella de orujo en mano en su recorrido por las calles del
Barrio Húmedo. Lo cierto es que
Genaro Blanco, de oficio
pellejero, fue un borrachín frecuentador de burdeles y tabernas. En la
madrugada del 29 de marzo 1929, mientras orinaba al lado del tercer cubo de la
muralla, fue atropellado por el primer camión de la basura que tuvo la ciudad. A
partir de aquí,
sus cuatro apóstoles,
Francisco Pérez,
Eulogio,
Nicolás Pérez y
Luis Rico iniciaron una parodia de las procesiones para rendirle
culto, que fue conocida como
“El entierro de Genarín”,
con un viacrucis profano. Esta celebración fue a más hasta su prohibición en
1957. La fiesta se recuperó con la llegada de la democracia. Se inicia con una
cena, habitualmente en el restaurante
Rancho Chico, en la que se leen poesías a
san Genarín y la Homilía del Año, escrita
por un autor consagrado que sólo conoce el
Abad de la Cofradía. La procesión comienza en la Plaza de San Martín
alrededor de la medianoche. Pendón, cabezudos, marioneta de la muerte y
ofrendas, barril de orujo incluido, recorren la calle de la Sal hasta llegar a la Plaza de la Regla, ante la Catedral. Allí se
reza un Credo y se sigue hasta el convento de las Carbajalas donde se lee un
poema a la Moncha.
De ahí se va hasta la puerta del tercer cubo. Tras ser
tapiada, la comitiva sale por el arco de la cárcel y ahí se hace pública la
homilía. Después, el Hermano
Escalador sube por la muralla para depositar la ofrenda: orujo, queso y una
naranja. Luego la procesión sigue hasta la Plaza del Grano y ante la cruz se brinda con
orujo y se leen poesías.
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