Tengo la manía de poner hojas de papel de periódico en la
base de los cajones de una cómoda. El otro día, al hacer limpieza, en una de aquellas hojas ya amarillentas
descubrí algo que me pareció muy interesante. Se trataba de un pequeño anuncio
publicado en Heraldo de Aragón con
fecha 20 de julio de 1980. Decía: “Caballero
jubilado, amante de la Virgen
y de los deportes, agradable, sano, fino, culto, educado, bien trajeado, 1’60
metros, desea habitación y cena en casa de dama de 50 a 58 años, de agradable
aspecto y trato, en sector Plaza del Pilar, Manifestación, Paseo Echegaray.
Teléfono xxxxxx. De 3 a
8 de la tarde”. Lo recorté y lo guardé entre las páginas de “Cartas de amor de un sexagenario
voluptuoso” de Miguel Delibes,
una novela epistolar que se vertebra en la historia de Eugenio (“conservo un cabello fuerte y abundante, sí que entrecano”,
p.18) cuando encuentra en una revista un anuncio de una señora que busca
amistad por correspondencia. Pues bien, el señor del anuncio se me antoja como
un cúmulo de virtudes. Lo que ya no sé, ahora que lo leo con 36 años de retraso,
es si aquel demandante de compañía leía El
Alcázar o el 7 Fechas, o si los trajes que usaba eran de franela, espiga, fil a fil, chevió, de ojo de perdiz, o de pata de gallo; ni su grado
de exigencia de cómo debería ser el colchón, si de muelles, de lana o de
miraguano; o si se ponía para cenar jazmines en el ojal. Lo más seguro es que
ya no se encuentre entre los vivos. El tiempo todo lo devora.
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