Llevo un tiempo preguntándome la razón por la que muchos
periodistas y políticos que aparecen en las pantallas de televisión utilizan
corbata verde aunque no pegue con el color del traje o de la camisa. Por todos
es conocido que el “uniforme” de trabajo de los vendedores de Tecnocasa,
empresa dedicada a la compraventa de pisos, es traje gris marengo, camisa
blanca y corbata verde. Pero una cosa son los vendedores de inmuebles y otra
muy distinta los presentadores y contertulios televisivos que lo mismo sirven
para un roto que para un descosido. Un conocido mío, Patusio Ayamonte, que ha comido pan de muchos hornos, que ha leído
muchos libros de aventuras y que ha saltado de varios balcones in púribus, también es conocedor de cómo
se llamaba la reina consorte de Amadeo
de Saboya, que no lo sabe casi ningún verderón en este país. Patusio
Ayamonte, cuya festividad celebra hoy la Iglesia Católica, me dio la
clave: “Verás, José Ramón, el color
verde es lo de menos. Lo que importa para los monárquicos es el acrónimo VERDE, que esconde un mensaje secreto: “Viva el rey de España”. Este es un país
de lacayos y así nos luce el pelo. Durante la Segunda República,
los monárquicos que habían dicho adiós al rey que embarcó en Cartagena tenían
prohibido exhibir sus símbolos, quedando prohibidos también las enseñas roja y
gualda. Pero muchos de aquellos personajes de opereta burlaban aquella
prohibición usando el color verde en pañuelos, corbatas, pajaritas o lazos. Al
poco de contarme Patusio Ayamonte aquello
que yo desconocía, me acorde de don
Miguel Nales Larrea, natural de Arceniega (Álava) y que, además de
artziniegar fue uno de mis ocho bisabuelos. Y mi bisabuelo, lector de La Gaceta del Norte y cuanto estaba escrito por
delante y por detrás en los tacos de calendario de El Corazón de Jesús, me contaba, siendo yo muy pequeño, que también
los isabelinos y los carlistas se paseaban por el Salón del Prado madrileño
luciendo sobre sus gabanes y paletós una cinta de color azul o rojo, según sus
simpatías por Isabel y por la
regente María Cristina, o por Carlos María Isidro. De hecho, los primeros
en llevar la boina roja fueron los soldados de la milicia de voluntarios
liberales de Guipúzcoa.
Pero cuando la boina se convirtió en un símbolo del carlismo, el general Baldomero
Espartero prohibió en el año 1838 llevar esa prenda de cabeza a toda clase
de personas, tanto militares como paisanos. Con el tiempo, las boinas rojas
volvieron a campar entre la población. Hoy el uniforme de la Ertzaintza,
también el de la Policía
Foral de Navarra, es parecido al que usaron los carlistas del
siglo XIX. Y el “tápate soldado, tápate,
que se te ve el requeté” (haciendo referencia al trasero) fue la expresión
que dio origen a ese nombre. Franco, al
integrar a los tradicionalistas de Fal
Conde con Falange Española (después de haber mandado a Hedilla a la cárcel) y con las JONS de Ramiro Ledesma, impuso en el
Partido Único el uniforme de camisa azul mahón y boina roja y aparecieron como por encanto
miles de jefaturas del Movimiento. También, a los chiquillos del Frente de
Juventudes cuando iban de campamentos de verano a Covaleda y desfilaban con
fusiles de madera se les impartía adoctrinamiento sobre la revolución
pendiente, el pan y la justicia. Después llegaría la OJE y el referéndum del 66
sobre la Ley Orgánica
del Estado y la ratificación de la
Ley de Sucesión, pero no el “quién”: si Juan de Borbón, su hijo Juan
Carlos, su primo Alfonso, o Carlos
Hugo. ¿A quién propuso las Cortes? La solución tuvo que esperar tres años.
Al final resultó ganador el que quiso el sátrapa. “Verde,
que te quiero verde. / Verde viento, verdes ramas. / El barco sobre la mar y el
caballo en la montaña”.
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