Anteayer, sábado, paseando por la madrileña Gran Vía me vino
a la memoria Diego Mazquiarán
Torróntegui, conocido en el mundo del toreo como Diego Fortuna, natural de Sestao, sobre el que dijo Hemingway que era un torero “bravo como
el toro y un poco menos inteligente”, y el “Cossío”
cuenta de él que “fue virtuoso de la
estocada a volapié”. Posiblemente adoptó el sobrenombre de Fortuna al salvar la
vida tras ser arrollado por un tren en Valladolid. Había nacido en 1895 y de
joven fue pinche de laminación en Altos
Hornos de Vizcaya. Tomó la alternativa como banderillero en 1911 en
Indauchu, mano a mano con el jienense Agustín
Rodríguez, que antes había sido María
Salomé Rodríguez Tripiana, alias la Reverte,
quien siendo novillera debutó en una becerrada en Almería en 1907. En 1908, Juan de la Cierva, siendo ministro
de la Gobernación,
prohibió las corridas de toros femeninas. Y la Reverte, ni corta ni
perezosa, se quitó pechos postizos y peluca y comenzó a llamarse Agustín. El “Cossío” dice de el/ella que “tuvo sexo acomodaticio”. Y ya que
hago referencia al torero de Sestao, no quiero dejar escapar que Jon Idígoras, exdiputado de Herri
Batasuna ya fallecido llegó a ser novillero con el nombre de Txikito de Amorebieta y subalterno en
la cuadrilla de Pedro Larruzea, y
que en cierta ocasión -ironías del destino- llegó a torear a beneficio de los huérfanos de
la Guardia Civil.
Pero a lo que iba. Más tarde, Fortuna estuvo trabajando en una panadería en
Sevilla que servía a diario el pan a Rafael
Gómez El Gallo, que le dio la alternativa el 17 de septiembre de 1916 en
Madrid, cediéndole el toro “Podenquero”,
de la ganadería de Benjumea. Como
contaba Martín Olmos en El Correo (8/2/15), y que aquí resumo, “el 23 de enero de 1928, sobre las ocho de la
mañana, se escapó de la manada un toro que era conducido al matadero de Madrid
y entró en la ciudad por el Puente de Segovia, desde Carabanchel Bajo, y a la
altura de Leganitos corneó en el culo a un ordenanza, embistió a dos paseantes
y casi mató a una señora de sesenta y seis años. Hacia las once apareció por la Gran Vía y se cruzó con
Mazquiarán, que iba con su mujer a comer en casa de sus suegros. Mazquiarán
apartó a la legítima y templó al bicho usando su abrigo como engaño con un
público entregado de madrileños paseantes. Del Casino Militar le trajeron un sable que Fortuna desdeñó por endeble
y pidió que le fuesen a buscar un estoque a su casa del número 40 de la calle
Valverde. Le hizo al toro faena de abrigo y lo mató de media estocada y
descabello con la dificultad del suelo mojado de lluvia que resbalaba al
animal. El respetable agitó pañuelos pidiendo que le diesen la oreja y le llevó
a hombros hasta el café Regina de la
calle de Alcalá, en donde le convidaron a anís, y el ministro de la Gobernación le concedió
la Cruz de Beneficencia,
que se la entregó Nicanor Villalta
en la corrida de la Asociación de la Prensa”. Fortuna murió de una enfermedad
mental en Lima el 10 de mayo de 1940.
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