Acabo de leer con atención un editorial de El País, “La trampa retórica de servirse de
los abuelos”, firmado por José Andrés Rojo. Y se hace referencia a Gabriel Rufián y a Pablo Iglesias, pues ambos, por separado, mentaron a sus
respectivos abuelos, a los que consideran socialistas de ley. Es bueno que todos, también ellos, estén orgullosos del
pasado de unos abuelos que sufrieron la Guerra
Civil, primero, y la larga dictadura de un sátrapa, después,
sin reproches y sin pasar facturas a nadie. ¿Qué argumentos hubiese querido Rojo que expusieran en la tribuna del
Congreso ambos diputados? ¿Eso es retórica pringosa? En efecto: nadie en su
sano juicio entiende que cómo, salvo honrosas excepciones, los socialistas,
principal partido de la
Oposición, se pusieran de rodillas con su abstención y dieran
el poder al candidato de un partido corrupto a cambio de nada. Fue el temor,
sí, el temor, a que hubiese terceros comicios, con todas sus consecuencias
negativas para ellos. Sabían por las encuestas, también por la opinión de la
calle, que el sorpasso de Podemos
estaba asegurado y que el PP remontaría en votos como la espuma de la cerveza.
Y, ante tales temores, decidieron poner la venda antes de la herida. Era aquello de “que viene el lobo”; y como en la fábula
de El escorpión y la rana el anfibio
anuro ayudó a pasar el río al arácnido poniéndose debajo ante la promesa de que
no iba a hacerle ningún daño. Y a mitad del trayecto, el escorpión picó a la
rana con el argumento de que no tenía elección,
que era su naturaleza. Pues bien, es evidente que en una guerra entre
hermanos, como sucedió aquí, sólo la derrota era posible. Pero unos lo pasaron
peor que otros al término de la contienda y muchos años después. Sólo acierta
Rojo al final, cuando entiende que “a los abuelos [a aquellos abuelos, supongo
que querrá decir], por lo menos, se les debe un minúsculo respeto”. También se
les debe a los de ahora. El hambre crece en España. Sólo hay que echar un
vistazo a los informes de Cáritas. Y muchos de los actuales abuelos, con
pensiones de miseria, se ven en la disyuntiva de tener que ayudar a hijos, yernos, nueras y
nietos sin recursos. Y esa tragedia de hoy algo tiene que ver con aquella
reforma in extremis del artículo
135 de la Constitución entre PP
y PSOE, firmada con nocturnidad, alevosía y sin el refrendo de los españoles, una
noche de verano de 2011 entre Rodríguez
Zapatero y Rajoy, para
garantizar el Principio de Estabilidad Presupuestaria en las Administraciones Públicas,
y donde se introdujo lo siguiente: “Los créditos para satisfacer intereses y
capital de deuda pública se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos
presupuestarios y su pago gozará de prioridad absoluta”, clarificando así que ante la disyuntiva de satisfacer distintos
tipos de gastos, prestaciones por desempleo, jubilación, pobreza o exclusión
social, por poner algunos ejemplos, la principal norma del ordenamiento
jurídico español exigiría al conjunto de las Administraciones
Públicas el pago preferente y prioritario de las sumas de capital e intereses
a todos aquellos (banca, inversores, instituciones financieras, ahorradores)
poseedores de instrumentos y títulos de deuda pública. En suma, tanto el PP con
la Gürtel, por
poner la muestra de un botón, como el PSOE con los ERE, por poner la muestra de
un ojal, nos perdieron el respeto hace ya mucho tiempo. Pero unos mandan por la
parálisis de un dontancredismo que ha ejercido su magnetismo catatónico sobre
las clases pasivas; y los otros, miren
ustedes por dónde, se encuentran a un tris de desaparecer del mapa político por
seguir las directrices de la encantadora de serpientes Susana Díaz, actual presidenta
de la Comunidad
donde existe mayor pobreza.
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