jueves, 4 de mayo de 2017

Ceferino Garrafé




El caracolero se llamaba Ceferino Garrafé y era hábil para rebuscar entre los rastrojos y en los quijeros de las acequias sin perder de vista el morral y sin que per fas et nefás derramase una sola gota del negro y espirituoso vinagrillo de su bota. Ceferino Garrafé también conocía las virtudes de la baba del caracol chupalandero y de la babosa, capaces de sanar mediante uso tópico el prurito cutáneo y la galga. El caracolero Ceferino Garrafé, además, conocía el comportamiento de la hormiga, de la abeja y del grillo negro, el grillo que brincaba en los campos labrados cuando el sol apretaba y que servía de cebo para la pesca del barbo y de la madrilla, como servía el higo y la ciruela. También se comían  asados y eran mejores que las pepitas de girasol, porque aportaban proteínas. El caracolero, que además de experto en la recolección de moluscos gasterópodos se daba aires de filósofo, guardaba en el bolsillo de la chaqueta un artículo de Jorge Wagensberg, “Kant y el grillo sordo”, que había arrancado de un ejemplar de España de Tánger encontrado en un basurero próximo a Caitasa, en el cogollo de El Picarral, barrio zaragozano del que tampoco se ha escrito suficiente.

No hay comentarios: