lunes, 29 de mayo de 2017

El maná





Los sevillanos acaban de salir de la Semana Santa bullanguera y de una  Feria de Abril de vino y rosas y ya están inmersos en las caravanas del Rocío, donde se implora el maná para seguir viviendo del cuento. Decía Gregorio Marañón, ese “trapero del tiempo”, a propósito de los españoles durante el reinado de Felipe IV, que “el creerse protegidos por Dios [en el caso andaluz protegidos de la Virgen] corroe y destruye la tensión para el esfuerzo. El resultado es la pereza. Hoy podemos decir, con absoluta certeza, que aquellas rogativas que se hacían para que llegasen con bien los galeones con el oro de América, y aquellas alegrías con que se festejaba su arribo a los muelles del Guadalquivir, eran como golpes de azada que abrían la fosa en que nuestras mejores energías se iban  enterrado. El galeón funesto mató a Don Quijote. De sus vientres de madera salían, con el río de oro corruptor y enervante, la semilla del fatuo, del perezoso y de pícaro. De esta calaña de gentes se sembró el país. Entre soldados, frailes nobles, servidores de los nobles, pordioseros y ociosos de profesión se ocupaba más de la mitad del censo en España”. Poco ha cambiado el Sur desde el siglo XVII. Hoy el maná ya no llega a la Torre del Oro en los galeones de América sino por un turismo extranjero que da trabajo a miles de camareros y empleados de hoteles. Y también se critica a esos “advenedizos” (que sólo vienen para hacer fotografías, tomar sangría y montarse en coches de caballos) desde las columnas de opinión de la prensa. Que si molestan los veladores en las aceras,  que la Plaza de Santa Cruz huele a fritanga, que no se guardan las debidas composturas durante las procesiones, que los turistas las ven pasar sentados en sillas de los chinos, que causan molestia los negocios franquiciados en La Campana... La cosa es hablar por no callar. Desean vivir de los turistas pero que no se note mucho su presencia. Pretenden hacer bueno el viejo dicho “dinero acá, indiano allá” sin gastar energías. Y así no se hacen las cosas.

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