En el libro de José
Poch Noguer, “La pequeña industria al
alcance de todos” (Casa Editorial
Bailly-Bailliere, Madrid, 1913), me choca el llamado “reloj de sol de bolsillo”. Este curioso aparato para medir el
tiempo está indicado, según Poch para ser utilizado en ciertos laboratorios
donde los vapores corrosivos destruyen
el mecanismo de los relojes convencionales y sustituye, también, a los relojes
de arena. Sólo necesita el complemento de los rayos solares, que deberán entrar
por el orificio inserto en su parte derecha justo coincidiendo con las 12 y que
esos rayos sigan en la dirección exacta del diámetro de la esfera. Al ladear
convenientemente el reloj se moverá la saeta que gira alrededor de su punto de
inserción, marcando la hora solar exacta; o sea, dos horas menos de las que
tenemos con el huso horario de verano y una hora con el huso del invierno.
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