Inexplicablemente, la proposición no de ley socialista para exhumar los
restos de
Franco de su emplazamiento
en el suelo horadado del paraje de Cuelgamuros, en el macizo de Guadarrama, no
parece que vaya a prosperar, si tenemos en cuenta que el Partido Popular no
está por la labor y de que no cuenta con el respaldo de esa iniciativa de
Podemos o ERC. Al final va a ser cierto aquello de que contra Franco vivíamos
mejor. Por todos es sabido que el fascista que ganó una guerra murió
en el sanatorio madrileño de La Paz y en su cama hospitalaria.
A su yerno, el
marqués de Villaverde,
se le atribuyen presuntamente unas
fotografías le Franco en la
UCI, lleno de tubos, que circularon en algunos semanarios. El
caso de
José Antonio Primo de Rivera
es distinto, ya que fue fusilado en la prisión provincial de Alicante por
conspiración durante la Guerra Civil.
José Antonio murió tras el tiro de gracia de
Guillermo Toscano, que también se los dio a
Ezequiel Mira Iñesta,
Luis
Segura Baus,
Vicente Muñoz Navarro
y
Luis López López, que acompañaron
al jefe de Falange Española ante el pelotón de ejecución, compuesto por 14
fusileros, entre anarquistas, soldados del Quinto Regimiento y guardias de
asalto, que dispararon con
Mauser
modelo
Oviedo1916.
José Aznar Esteruelas, médico forense,
casado, de 56 años y natural de Zaragoza,
el 3 de mayo de 1940 declaró ante el juez lo siguiente: “Me tocó por
turno, como médico forense, asistir al fusilamiento de José Antonio y de los
otros cuatro presos, fusilamiento que no presencié pues esperé en uno de los
pasillos de la cárcel provincial a que se llevasen a cabo, para después
certificar las muerte. Puedo manifestar que a uno de los otros cuatro fusilados
le tuvieron que disparar dos tiros de gracia, pues parece ser que
principalmente en el momento de la ejecución se cuidaron de apuntar a José
Antonio y descuidaron a los demás”. El otro forense,
Manuel Hurtado Martínez, de 65 años, casado y natural de Murcia,
declaró: “Como médico de la Beneficencia
Municipal concurrí a esos fusilamientos, acto que no
presencié, pues me escondí tras un recodo para no verlo”. A ninguno de ellos se
les practicaron autopsias. El certificado de defunción de José Antonio tuvo que
ser expedido en Alicante el 5 de julio de 1940, por orden del Juzgado de
Primera Instancia número 2, en presencia del juez municipal
Federico Capdepón Icabalceta y del secretario del Distrito
del Norte,
Rafael Martínez Bernabéu.
El acta de la defunción se encontraba depositado en el Registro Civil, sección
de Defunciones, al folio 313 del tomo 19.
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