jueves, 11 de mayo de 2017

El humo ciega tus ojos




A Luis María Anson se le va la pinza. Su obsesión por la figura de Juan de Borbón raya lo patológico. Hoy, en su “canela fina” de El Mundo vuelve a pretender hacer comulgar al lector con ruedas de molino. En su artículo La abdicación, 40 años después, Anson recuerda cuando “Juan III abdicaba en su hijo Juan Carlos I los deberes y derechos a la Corona que había defendido de forma ejemplar y dignísima frente a la dictadura de Franco, durante cuatro décadas”.Y seguidamente, Anson escribe: “A la muerte del ‘caudillo de España por la gracia de Dios’, el 20 de noviembre de 1975, Don Juan fue presionado hasta la náusea por muy diversos personajes para que abdicara. Se negó en rotundo”. Y yo me pregunto: ¿De qué tenía que abdicar? Los deberes y derechos de la Corona que había ostentado su padre, Alfonso XIII, los perdió la noche del 14 de abril de 1931 cuando éste huyó de España, como describe Alejandro Torrús en el diario Público (14/04/2013): “primero se dirigió a Cartagena en su coche deportivo de lujo y allí embarcó en el buque 'Príncipe Alfonso' con destino a Marsella. Nunca más volvería en vida. Sus restos fueron traslados a España en 1980 siendo recibidos por su único hijo vivo: don Juan, el que nunca fue rey. Los ministros del gobierno del almirante Aznar estaban reunidos en Palacio desde las 12 del mediodía. La decisión de ‘empaquetar’  rey hacia Marsella fue tomada el día antes, el lunes 13 de abril. El gobierno había explicado a Alfonso XIII que en caso de querer batallar con las armas el resultado de las elecciones municipales del 11 de abril no podría contar con gran parte del Ejército y de la Guardia Civil. Solo el ministro de Fomento, Juan de la Cierva Peñafiel (el que según Azorín "se apoya en un abominable bastón de cerezo, comprado en la Dalia Azul de Murcia"), defendía que el monarca debía permanecer en España. El rey, aseguraba, no quería que se derramara sangre por él. Años más tarde, cuando la Guerra Civil y en una situación óptima para la victoria, Alfonso XIII olvidó el pacifismo, el amor a su pueblo y apoyó fervientemente al general Franco”. ¿O es que nadie se acuerda ya de cuando Juan de Borbón pretendió unirse a los rebeldes en la columna de Somosierra? Según José María Zavala, la entrada a España para unirse al bando franquista se produjo por el paso de Dantxarinea (Baztán), acompañado por el conde de Ruiseñada y el infante José Eugenio de Baviera.  Al llegar a Pamplona, Juan de Borbón con el nombre falso de Juan López se puso su ‘traje de luces’, o sea, un mono azul y la boina roja carlista con un emblema falangista en la solapa. Hasta que recibió un recado de Emilio Mola para que se marchase por dónde había venido. Pero eso no fue todo: el 7 de diciembre de 1937 Juan de Borbón mandó un mensaje a Franco para que se le permitiese incorporarse de marinero en el crucero Baleares. Digo más, el  9 de abril de 1939 y a toro pasado  Alfonso de Borbón Battenberg envió desde Roma un telegrama a Franco para ponerse a su disposición. Decía literal: “A sus órdenes, como siempre, para cooperar en lo que de mí dependa a esta difícil tarea, seguro de que triunfará y de que llevará a España hasta el final por el camino de la gloria y de la grandeza que todos anhelamos”. A Luis María Anson, acólito turiferario, no sé si con alba y cíngulo, habría que pedirle rigor en el manejo de turíbulo en la incensación, es decir, de atrás para adelante, a favor de los Borbones (que no constituyen el sacramento de mi fe), por evitar que el humo ciegue sus ojos y los del portador de la naveta.

No hay comentarios: