De todas las noticias curiosas leídas en los últimos años,
me llama la atención la muerte en Benasque (Huesca) de un urogallo en celo como
consecuencia del estrés que le produjo estar acosado por los turistas para
hacerle fotografías. El español pierde los papeles cuando ocia, ensucia los
bosques y entiende que todo vale en beneficio de su diversión. Como escribía
hace pocas fechas Valeria Luiselli
en El País: “la lucidez es un bien
escaso que anida sólo en los rincones improbables”. A mi entender, aquel acoso
de turistas al urogallo constituyó una clara lesión a la dignidad de un animal,
en este caso protegido. Mal debe de andar el aceite del candil de una sociedad
en la que la Tauromaquia
es aceptada como “fiesta nacional” a la que en ocasiones asiste el Jefe del Estado, y donde las corridas de toros son
retransmitidas por la televisión pública; que, al igual que sucede con la Corona, se sufraga con del bolsillo de todos unos ciudadanos. El que quiera divertirse que vaya al circo, pero a un circo sin animales, sin domadores y sin látigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario