viernes, 5 de mayo de 2017

La Tarasca, versus León





La Tarasca (del francés Tarasque) era una máquina montada sobre ruedas y guiada por varios hombres ocultos en su interior, que en algunos lugares adoptaba la forma de una serpiente con siete cabezas y, en otros, la de un dragón marino que, a veces, arrojaba fuego por la boca. En Tarascon (Provenza) se describe como una especie de dragón con seis cortas patas parecidas a las de un oso, un torso similar al de un buey con un caparazón de tortuga a su espalda y una escamosa cola que terminaba en el aguijón de un escorpión. Su cabeza era como la de un león con orejas de caballo y una desagradable expresión. Se saca en procesión en distintas partes de España el día del Córpus Cristi y representa los temibles poderes del Diablo. Cuenta la leyenda que Tarasca, que vivía en Galatia pero frecuentaba el río Ródano entre Aviñón y Arlés, fue devorada por Leviatán, otro monstruo marino de la mitología hebrea mezcla de serpiente marina y ballena, descrito en el Libro de Isaías, y del que se da cuenta en el Antiguo Testamento. Ignoro si existen “leviatanes” de mar y “leviatanes” de río, pero el caso es que la Tarasca tenía atemorizados a los pueblos de Francia hasta que fue domeñada por santa Marta, que tiene tren pero no tiene tranvía, si no fuera por las olas, caramba... Hay criaturas legendarias que no mueren nunca. El diccionario, en una de sus acepciones, define a la Tarasca como “mujer temible o denigrada por su agresividad, fealdad, desaseo o excesiva desvergüenza”. Curiosamente, en el pregón de fiestas de León de 2006, el poeta Antonio Colinas, bañezano de nación, dio la bendición a la alta y espigada Tarasca a las puertas de la Catedral, como señalaba LaNuevaCrónica.com “escoltado por un elenco de caricaturescos alborotadores e indesables”. Supongo que más tarde se irían de marcha por el Barrio Húmedo.Eso sí es cultura.

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