Recuerdo
que al día siguiente de morir Antonio
Mingote (4/4/2012) el diario ABC le
dedicó al marqués de Daroca, al que
tuve el honor de conocer y admirar, casi todas sus páginas. Eran días difíciles para la
economía española y las páginas de economía
ponían de manifiesto que existía en España “un entorno muy complicado”.
En efecto: las autonomías incumplían el déficit, el Ibex se desplomaba un 2’7% y
la prima de riesgo se situaba en los 360 puntos. Por si ello fuese poco,
Bruselas exigía reducir el déficit en 35.000 millones de euros, la deuda
pública rozaba el 80% del PIB (veinte puntos por encima de dos años antes) y el
barril de Brent subía hasta los 120 dólares.
Y en aquella disparatada situación, una viñeta del genial Mingote dibujada un
año antes, había sido como un anticipo del dificultoso panorama con el que se
iba a encontrar el Gobierno presidido por
Mariano Rajoy en la
elaboración de los Presupuestos. En aquella profética viñeta, digo, quedaba
plasmado un grupo de diputados durante un receso en el bar de las Cortes. En la
barra, frente a sendas tazas de café humeante, un repeinado diputado con traje
azul le decía a otra compañera de traje rojo con vehemencia inusitada: “”Lo de
limitar el despilfarro está bien. Pero si eso supone suprimir mis subvenciones,
los va a votar su padre. ¡Con la ideología no se juega!”. Han pasado 6 años y
un mes de aquel sindiós. La macroeconomía va mejor, el paro disminuye aunque la
mayoría de los contratos sean precarios, la prima de riesgo está muy por debajo
de aquellas cifras, etcétera. Pero lo mejor de todo es que el Partido Popular ha pasado a la Oposición
por una moción de censura. Y hoy, precisamente, Pedro Sánchez, después de haber
resuelto un complicado sudoku, ha
presentado al jefe del Estado la
lista de los ministros de su nuevo gabinete, 17 en total, mujeres en su
mayoría. Como decía un tipo de Calatayud, o del pueblo de al lado, “de lo que tenemos, no nos falta de nada”.
Cierto. Hay en ese equipo de gobierno hasta un astronauta. ¡Alguien da más?
Sólo una cosa me preocupa: la nueva vicepresidenta del Gobierno y ministra de
Igualdad, la egabrense Carmen Calvo Poyato, dijo siendo
ministra de Cultura con Rodríguez
Zapatero (29 de mayo, 2004) que “estamos manejando dinero público y el
dinero público no es de nadie”. Aquella afirmación fue un auténtico despropósito
sólo justificable en boca de un ganapán. Pero bueno, ser egabrense, como es el
caso de Carmen Calvo, tiene su aquel. Cuentan las crónicas parlamentarias de
las Cortes franquistas que, a principios de los años 60, José Solís Ruiz, ministro
secretario general del Movimiento, defendía un
proyecto de ley para aumentar las horas lectivas dedicadas al deporte en
detrimento de las lenguas clásicas (latín y griego). Y en medio de su discurso
dijo: “¿Porque en definitiva para qué
sirve hoy el latín?”. Entonces, Adolfo
Muñoz Alonso, profesor de la Complutense, no pudo contenerse y le increpó a
Solís desde el escaño:”Por de pronto, señor ministro, para que a su señoría,
que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa”. Egabrense deriva
de la antigua Egabro romana, a la que
los musulmanes llamaron Qabra por
adaptación al árabe.
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