viernes, 1 de junio de 2018

Como en la rendición de Breda



El impresentable locutor de radio Carlos Herrera, en un suelto de hoy en el diario ABC, soltaba perlas cultivadas del siguiente tenor: “Hoy mismo, si nada lo remedia, Pedro Sánchez saldrá del laboratorio acompañado de individuos como 'el Le Pen español' (sic), Rufián, Tardá, los terratenientes de Galapagar y algún antiguo fan de los asesinos de ETA camino del Palacio de la Moncloa, con la idea de perpetuarse hasta que el árbitro constitucional toque el pito. Nunca antes. Y nunca con otra intención que la de establecerse en el Poder mientras pueda". Horas más tarde, a las 11’30 horas del viernes 1 de junio, Pedro Sánchez salía investido presidente del Gobierno con apoyos de la izquierda y del PNV. Con muy mala baba, Carlos Herrera se permite llamar al flamante presidente electo jovencito Frankestein, personaje salido de un laboratorio. Y a Sánchez, como dice Herrera que dice Rosa Díez, “le apoya todo un selecto grupo de enemigos de España, los siervos de Puigdemont, los Rufianes, los 'compromisos' y los hijos de Otegui, que son quienes que van a dar las llaves de Moncloa al líder socialista". Otros periodistas ya hablan del nuevo “Pacto de San Sebastián” que puso en marcha la caída de Rajoy y alguno que otro mantiene que esos 180 votos favorables al cambio de Gobierno más se parece un nuevo Frente Popular que a otra cosa. Vuelven las dos Españas irreconciliables, echamos la moviola marcha atrás hasta los años 30 y esperamos a que aparezca entre los pucheros políticos el espectro de otro Gil Robles y otra CEDA para que la partida de las fichas de parchís del juego político pueda moverse por sus casilleros. Y en medio queda Ciudadanos, al que miran mal los que llegan al poder y los que marchan a la oposición, que todavía controlan la Mesa del Congreso y los escaños del Senado. Rivera, entre tanto, parece haber quedado como Cagancho en Almagro. Se vino arriba en Cataluña y se olvidó de aquello que contaba Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales sobre Fernando VII, cuando se encontraba acompañado de su ayudante antes de una importante reunión. Y con las prisas, el ayudante no atinaba a vestir bien al monarca. Y el rey le dijo entonces aquello de: “Vísteme despacio que tengo prisa”.

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