El
impresentable locutor de radio Carlos
Herrera, en un suelto de hoy en el diario ABC, soltaba perlas cultivadas del siguiente tenor: “Hoy mismo, si nada lo remedia, Pedro Sánchez saldrá del laboratorio acompañado de individuos como 'el Le Pen español' (sic), Rufián, Tardá, los terratenientes de
Galapagar y algún antiguo fan de los
asesinos de ETA camino del Palacio de la Moncloa, con la idea de
perpetuarse hasta que el árbitro constitucional toque el pito. Nunca antes. Y
nunca con otra intención que la de establecerse en el Poder mientras pueda".
Horas más tarde, a las 11’30 horas del viernes 1 de junio, Pedro Sánchez salía
investido presidente del Gobierno con apoyos de la izquierda y del PNV. Con muy
mala baba, Carlos Herrera se permite llamar al flamante presidente electo jovencito Frankestein, personaje salido
de un laboratorio. Y a Sánchez, como dice Herrera que dice Rosa Díez, “le apoya todo un selecto grupo de enemigos de España,
los siervos de Puigdemont, los Rufianes, los 'compromisos' y los
hijos de Otegui, que son quienes que van a dar las llaves de Moncloa al
líder socialista". Otros periodistas ya hablan del nuevo “Pacto de San Sebastián” que puso en marcha la caída de Rajoy y alguno que otro mantiene que
esos 180 votos favorables al cambio de Gobierno más se parece un nuevo Frente Popular que a otra cosa. Vuelven
las dos Españas irreconciliables, echamos la moviola marcha atrás hasta los
años 30 y esperamos a que aparezca entre los pucheros políticos el espectro de
otro Gil Robles y otra CEDA para que la partida de las fichas
de parchís del juego político pueda moverse por sus casilleros. Y en medio queda
Ciudadanos, al que miran mal los que llegan al poder y los que marchan a la
oposición, que todavía controlan la Mesa del Congreso y los escaños del Senado.
Rivera, entre tanto, parece haber
quedado como Cagancho en Almagro. Se
vino arriba en Cataluña y se olvidó de aquello que contaba Benito Pérez Galdós en sus Episodios
Nacionales sobre Fernando VII,
cuando se encontraba acompañado de su ayudante antes de una importante reunión.
Y con las prisas, el ayudante no atinaba a vestir bien al monarca. Y el rey le
dijo entonces aquello de: “Vísteme despacio que tengo prisa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario