En
un artículo en Público, “El insecto que jugaba a balonmano”, Juan Carlos
Escudier analiza la sentencia del Tribunal Supremo sobre Urdangarín, y critica las palabras de
la ministra Dolores Delgado cuando
dijo que “la justicia es igual para todos”. Un cuento –según Escudier—que no se
lo creen ni los niños. Y sigue señalando ese articulista que “Urdangarin ha
sido el tonto útil de esta causa porque, en realidad, lo que se juzgaba no eran
sus mordidas a las diferentes administraciones con las que pagaba la reforma de
su palacete de Pedralbes y su colección de pisos, sino la manera de actuar de
una familia que durante décadas se ha abrigado con un manto de impunidad que
sólo nos ha permitido ver a última hora los dedos de sus pies”. (…) “Si
Urdangarin usó su matrimonio con la infanta como un ‘trampolín’, era su suegro
el que estaba abajo con la manguera rellenando la piscina, el mismo al que no
se pudo citar por su condición de inviolable y que, como reconocía el juez Castro, hubiera debido comparecer como
imputado y no como simple testigo”. (…) “La infanta, muy afectada, sigue sin
explicarse por qué su marido ha de ir a la cárcel por hacer lo que siempre
había visto en casa. Vuelve a hacerse la tonta como en el juicio. Urdangarin es
la cabeza de turco de la familia, el dique de contención, el chivo expiatorio,
un insecto musculoso que jugaba a balonmano”. En resumidas cuentas, aquí no pasa nada. Ya verá
el lector cuánto tiempo permanece Urdangarín en el talego. Supongo que se hará
un paripé y colorín, colorado. En abril
de 2016 Pilar de Borbón, hermana del Emérito,
reconoció haber tenido una sociedad “offshore”
(Delantera Financiera) en Panamá
entre 1974 y2014. ¡Veinte años! De
hecho, figuraba en Los Papeles de Panamá,
esa gigantesca lista extraída del
despacho de abogados panameños Mossack-Fonseca.
Y, curiosamente, aquella disolución societaria se produjo sólo cinco días
después de la proclamación de Felipe de
Borbón como rey, en junio de 2014. Y conocido su caso, uno más entre los
muchos que se fueron conociendo a cuentagotas, la Casa Real se puso de perfil y
un portavoz de la Zarzuela aclaró que Pilar de Borbón (Cannes, 1936) no era
miembro de la Familia Real ni de la familia directa del rey. Vale, así es si
así os parece, pero seguía entonces y sigue ahora siendo infanta de España sin
ser hija de rey, que nunca lo fue su padre, sino por deseo expreso de su
hermano, plasmado en el Real Decreto
1368/1987, de 6 de noviembre.
Tiene tratamiento de Alteza Real y es, además, duquesa de Badajoz por Decreto
758/1967, de 13 de abril. ¿Qué dijo entonces la Agencia Tributaria? No lo recuerdo. Y no quiero terminar sin contar una anécdota
curiosa. Su padre, Juan de Borbón,
intentó por todos los medios casar a Pilar con Balduino, rey de los belgas, y a ese país se trasladó con Fabiola de Mora y Aragón, que iba en
calidad de acompañante. Y miren ustedes por dónde, Balduino se prendó de la
acompañante, se ennovió y casó con ella. De hecho, yo solía ver en bicicleta
por el malecón de Zarauz a la pareja en tiempo de estío (donde también
veraneaba un hermano de Fabiola, Gonzalo,
marqués de Casa Riera) hasta que por
evidentes razones de seguridad optaron por veranear en Motril.
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