Balbino Lozano, al
que no pasa día sin que lo lea, nos retrotrae en un artículo que hoy publica en
El Correo de Zamora al año 1910 y al
estreno de la sicalíptica zarzuela “La
corte del faraón” ocurrida ese mismo año en el madrileño Teatro Eslava con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios y música de Vicente
Lleó. Entiendo que el “faraón” aludía de alguna manera a la persona de Alfonso XIII; y la plaza de Menfis, al Congreso de los Diputados, que era lo más parecido
a una jaula de grillos. El victorioso general
Putifar, como cada presidente del Consejo de Ministros, era de muy corta
duración. Y Lozano así lo expone de forma resumida: “Había surgido la crisis
del gobierno conservador de Antonio
Maura a causa de la Semana Trágica
de Barcelona en 1909, sucediéndole el gobierno liberal de Segismundo Moret, pero su acercamiento a los republicanos y
socialistas no gustó en los ámbitos políticos, y cuando el rey Alfonso XIII le
negó la disolución de las Cortes, dimitió el 9 de febrero de 1910. Entonces el
monarca encargó formar gobierno a José
Canalejas. Fue elegido Presidente del Congreso el conde de Romanones, que fue sustituido en 1912 por Segismundo
Moret. El jefe de Gobierno José Canalejas fue asesinado el 12 de noviembre de
1912 y le sustituyó Romanones, que
dimitió el 27 de octubre de 1913 debido a la división interna en el partido.
También hubo división en el Partido Conservador cuando Antonio Maura y Juan de la Cierva no aceptaron el
liderazgo de Eduardo Dato”. En la
zarzuela aludida, acorde con aquellos azarosos tiempos, se cantaba en el cuadro
III aquello de “Los ministerios en
Babilonia/ suben y bajan tan de repente/ que aquel que eligen por la mañana/ ya
por la tarde no es presidente/ ay ba, ay ba, ay babilonio que mareas/ ay ba, ay
ba/ ay vámonos para Judea...". Fueron años de gran hambruna en España
pero, pese al analfabetismo existente, se editaron importantes trabajos
culinarios por parte de Emilia Pardo
Bazán, Manuel María Puga y Parga,
más conocido como Picadillo, Wenceslao Fernández-Flórez, etc. En “La cocina española antigua”, editado en
1913, Pardo Bazán señalaba: “En las
recetas que siguen encontrarán las señoras muchas donde entran la
cebolla y el ajo. Si quieren trabajar con sus propias y delicadas manos en
hacer un guiso, procuren que la cebolla y el ajo los manipule la cocinera. Es
su oficio, y nada tiene de deshonroso el manejar esos bulbos de penetrante
aroma; pero sería muy cruel que las señoras conservasen, entre una sortija de
rubíes y la manga calada de una blusa, un traidor y avillanado rastro cebollero".
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