lunes, 4 de junio de 2018

Un militar, un barco y un alcalde demoledor



Mucho se ha comentado recientemente que la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, llamase “facha” al almirante Pascual Cervera Topete, héroe de Cuba fallecido en 1909, le  retirase la placa Carrer de l'Almirall Cervera de La Barceloneta y la sustituyera por otra dedicada al humorista Pepe Rubianes. A mi entender, la señora Colau debería haberse documentado antes de tomar esa decisión a mi entender desacertada. Cosa diferente hubiese sido, en todo caso, que tal placa  hubiese estado dedicada al crucero “Almirante Cervera”, botado en El Ferrol en 1925 y que en octubre de 1934 participó en el bombardeo de núcleos costeros durante la revolución de Asturias junto al acorazado “Jaime I”. Ese crucero estaba en el dique seco en julio de 1936 en El Ferrol. El día 21 de ese mes y año fue asaltado por oficiales y marineros insurrectos dejándolo en manos de los sublevados tras fusilar al capitán de navío Juan Sandalio Sánchez-Ferragut. El barco sería apodado “El Chulo del Cantábrico” y su misión consistió en minar puertos y cañonear poblaciones de la costa cántabra, tales como Gijón, Portugalete o Santander. En esta última ciudad causó verdaderos estragos. Fue dado de baja en agosto de 1965 y vendido para desguace. Aquellas destrucciones causadas en Santander con los constantes cañonazos del crucero “Almirante Cervera” desde la bahía sólo fueron comparables con el desastre causado en la ciudad por un alcalde socialista, Ernesto del Castillo, al que los santanderinos habían moteado como “Cerveruca”, que se dedicó a derribar media ciudad pensando en un Santander grandioso. Y de forma inexplicable fue echando a tierra la Casa Tapón de la calle San Francisco esquina a la de Lealtad; la parte norte de la calle Colón; la fachada del Hotel Suiza, en El Sardinero; las estaciones de ferrocarril de Norte y de la Costa; las Iglesias de san Roque, San Francisco y parte de la Anunciación; la cochera de los tranvías; diversas casa de la calle Burgos; todas las tejavanas del casco municipal, etcétera. Pero lo peor de todo ello es que nadie fue indemnizado. Los santanderinos sintieron gran alivio cuando fue sustituido en la Alcaldía por el socialista Cipriano González, dependiente de una tienda de calzado. Por desgracia, o por suerte quizá, el incendio de 1941 terminó por cambiar toda la morfología urbanística  del viejo Santander.

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