Defendella y no enmendalla

A estas alturas del siglo XXI existe un asunto histórico que todavía no se ha
resuelto pese a estar en vigor la Ley de
Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de diciembre). Me refiero a un pueblo de la provincia de Toledo, a 40
kilómetros de Madrid y 5 de Illescas ocupada por las tropas rebeldes el 18 de
octubre de 1936. Un militar, el comandante Jesús
Velasco, reunió el día 19 a 8 vecinos en el Ayuntamiento para que
sustituyesen al mismo número de concejales huidos por temor a perder sus vidas.
Y en un acta municipal se acordó solicitar a Franco el cambio de nombre de ese pueblo y pasar a llamarse Numancia
de la Sagra en honor a los escuadrones de Regimiento
de Numancia que habían ocupado el pueblo y a la comarca en la que se
encontraba. En consecuencia, al poco dejó de llamarse Azaña (que procede del
árabe al-saniya, molino de agua) en
un intento de borrar del mapa el ilustre apellido del que poco antes (mayo) se
había convertido en Jefe del Estado,
y sin tener en consideración que ese topónimo ya aparece en 1158 en un
documento firmado por Sancho III.
Prefirieron, supongo que por ignorancia supina, adoptar un nombre (Numancia) de
etimología desconocida y relacionada con una ciudad celtíbera desaparecida
ubicada en el Cerro de la Muela, en Garray (Soria), destruida por Publio
Cornelio Escipión en el año 133 a.C. tras 15 meses
de asedio. También existió la fragata “Numancia”
en recuerdo de la gesta soriana. Fue la nave encargada de traer a Amadeo
de Saboya a España. Fue dada de baja en la Armada en 1912. En relación al
pueblo toledano, que en la actualidad tiene casi 5.000 habitantes, algunos
alcaldes socialistas durante la democracia intentaron que Numancia de la Sagra volviera a llamarse
por su antiguo nombre, Azaña, patria chica de Juana Vázquez Gutiérrez (1481-1534), más tarde
convertida en la monja franciscana visionaria que adoptó el nombre de sor
Juana de la Cruz, llegando a ser abadesa del convento
de Santa Juana, en Cubas y sobre la que Tirso de Molina hizo una trilogía.
Curiosamente, Carlos I fue a
visitarla y el cardenal Cisneros
llegó a nombrarla “párroco”, con ciertas atribuciones sobre varias parroquias
del entorno. Sobre esa monja se dice que comenzó a tener visiones celestiales a
los cuatro años, sostuvo coloquios con los ángeles, rescató almas del
purgatorio, sufrió las llagas de la crucifixión, combatió a los demonios y
durante sus éxtasis recibió ciertas revelaciones. Pero a lo que iba. Ninguno de
aquellos alcaldes consiguió que Numancia de la Sagra volviese a llamarse Azaña.
Los vecinos no quisieron el cambio de nombre por razones que desconozco y, de los
9 alcaldes que han gobernado Numancia de la Sagra desde 1979 ninguno de ellos
ha estado por la labor de “meterse en líos”. Todos aquellos alcaldes hicieron
buena, sin duda por cobardía, la expresión “mantenella
y no enmendalla”, que debemos a Guillén de Castro dentro de su obra “Las Mocedades del Cid”, donde dice el
Conde: “Procuré siempre acertalla / el
honrado y principal; / pero si la acierta mal,/ defendella y no enmendalla”.
Ese dicho también fue tomando por Pedro
Muñoz Seca con cierta gracia en “La
venganza de don Mendo”.
2 comentarios:
"Procure", don José Ramón, "Procure siempre...".
Aprovecho para felicitarle por sus instructivos y bien redactados artículos.
Tomo nota de la corrección que me indica el lector. Gracias por leer mis humildes trabajos. Reciba un cordial saludo, J.R.MIRANDA
Publicar un comentario