martes, 20 de abril de 2021

Un libro divertido

 


En este país antes la gente se casaba por la Iglesia. Con la democracia llegaron las bodas civiles, ora celebradas por un juez, ora celebradas por un concejal, que consiguieron que las ceremonias fuesen más cortas, más frías y más asépticas. Un conocido mío, que no era nada creyente ni pisaba un templo, se decidió por casar a sus hijas por el rito católico en iglesias de muchas campanillas. Un día, al no llegarlo a entender, le pregunté la razón por la que había tomado esa decisión. La respuesta suya fue contundente: “Es sencillo, escucha, las bodas por el rito eclesiástico tienen más presencia y son más vistosas. Por el juzgado o por el ayuntamiento son como un mete y saca. No sé si me entiendes…”. Ahora se han apuntado al carro de las bodas los notarios. Ya se sabe que lo que corrobora un notario con su firma “va a misa”. Acabo de leer un libro que me regalaron por mi último cumpleaños, “Notario de guardia”, escrito por los periodistas Javier Ronda y Marián Campra con ilustraciones de Pachi y prólogo de José Ángel Martínez Sanchiz, presidente del Consejo General del Notariado. Se trata de un compendio de anécdotas de federatarios públicos en el ejercicio de su profesión y de los denodados esfuerzos de los opositores en aras de conseguir aprobar tan dura prueba. El libro es divertido. Me hizo gracia la siguiente anécdota: “Una pareja de unos sesenta años, en un pueblo de montaña, se presentan en una notaría para hacer testamento. El notario lo redacta todo, tiene los datos y parece que está claro… ‘Mañana –les dice el notario- se vienen sobre las 10 y no se olviden del DNI cada uno y listos’. Y dice la señora: ‘¿Tenemos que venir en ayunas?’”. Me recordó lo que decía el catecismo de Gaspar Astete con respecto a poder recibir la comunión. Señalaba aquella doctrina que para poder tomarla era menester, además de los correspondientes golpes de pecho pidiendo a Dios perdón, la contrición, y en el supuesto de delito de dolo, quiero decir, que existiese voluntad deliberada de cometer un acto sabiendo que se iba a producir un resultado lesivo sobre otra persona, (que eso lo pongo yo de mi cosecha) la satisfacción de obra; y, además de todo ello, no haber comido ni bebido cosa alguna desde las 12 de la noche antecedente (por la hora del Gobierno).

No hay comentarios: