miércoles, 7 de abril de 2021

Lo típico y lo tradicional

 

En los territorios que conforman España suelen confundirse con demasiada frecuencia los trajes típicos con la indumentaria tradicional. Así, por ejemplo, en la provincia de Zamora, concretamente en Toro, se potencian dos trajes típicos: el de viuda rica (el más usado es el llamado “traje de Tagarabuena”) y el de labradora, pero había otros que se descubrieron el día que los descendientes familiares decidieron abrir el baúl de la abuela olvidado en un desván. También se usaba mucho el picado amarillo, rojo o azul. El traje de artesana iba acompañado de una manta zamorana, como puede apreciarse en un cuadro de  Adela Tejero Bedate (1904-1968), también conocida como Delhy Tejero. Muchos de sus cuadros costumbristas se expusieron, que yo sepa por última vez, en 2005 en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo Conde Duque de Madrid. Y en Las Hurdes, por variar de lugar geográfico, existe una alquería, Horcajo, donde los vecinos suelen llevar humildes prendas: viejas chambras, rústicos zahones de pellejo de cabra y no menos viejos chambergos, más propios de pobres ropas de faena de pegujaleros, esos labradores con poco peculio y ganaderos en posesión de poco ganado. Unos y otros se veían forzados a tener que trabajar las haciendas de otros individuos más pudientes como jornaleros agrícolas, si bien atendían sus escasos bienes. Ese término, derivado de pegujal, se usó mucho en campos de Cartagena y Lorca. Los hurdanos, como decía, solían vestir bombachos de paño, camisones de lino, sereneros para la cabeza, hojas grandes de ságuh a modo de capas pluviales hechas con pelos de cabra, etcétera. Parece ser que la cabra autóctona de Las Hurdes, era una “cabra enana” hoy casi desaparecida que proporcionó hasta hace poco más de 50 años sus pieles y pelos  para las diversas indumentarias: zurrones, polainas, zahones… Con los pelos también se hacían cuerdas que “no había dios que las rompiera”. También en Aragón se circunscribe la indumentaria “de baturro” de la zona rural masculina (calzones, chaleco y cachirulo) a toda la Comunidad, o al menos esa es la imagen tópica que ha quedado entre la gente. Se trata de una interpretación simplista (estandarizada en los “Coros y Danzas de la Sección Femenina” durante el franquismo) de los vestidos masculinos y femeninos que aún estaban en uso en la primera mitad del siglo XIX. Pero es fácil de entender que si bien todas las indumentarias tradicionales compartían elementos comunes, nada tienen que ver los  trajes y la indumentaria de los valles del Pirineo con los del Bajo Aragón, o con los de la vega del Jalón, por citar sólo algunos ejemplos. No cabe duda de que la climatología influye en los atuendos. Nadie imagina a un cordobés con una capa parda alistana, o a una vasca bailando un zorcico al son de chistu y tamboril ataviada con un vestido de faralaes. Y en el carácter de los ciudadanos ya ni te cuento.

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