viernes, 2 de abril de 2021

De ilusión también se vive

 


Leo en Heraldo de Aragón que “el Ayuntamiento de Zaragoza diseña un plan urbanístico para la reforma integral de Balsas de Ebro Viejo con la ayuda de la UE”. Es decir, si los costes necesarios para dicha reforma integral correrán por cuenta de Merkel o del maestro armero, ese señor al que ahora no consigo ponerle cara pero que siempre corre con los gastos cuando vamos de pinchos por los bares del Tubo. Ese señor grave con cara de suela de zapato, encajado dentro de un traje “príncipe de Gales” con dobladillo en el bajo del pantalón y que siempre dice “tú no te preocupes, ya pagarás cuando vayamos a tu pueblo”, mientras pone encima del mostrador de mármol un sólido billete de curso legal firmado por un tal Draghi. Jorge Antonio Azcón, con ese brindis al sol, me recuerda la farsa con acompañamiento de clamor y murga de aquel “agridulce bosquejo de aguafuerte” (como decía en su introducción Antonio Vilanova) reflejado en “Toreo de salón”, de Camilo José Cela, donde unos pobres títeres vestidos con trajes de luces sacados de un desván intentan quedar bonito ante el respetable frente a un toro de refresco, que más asemeja un mascarón de proa en la parte alta del tajamar, consistente en una cabeza de toro sobre un armadillo de tubos, una rueda de bicicleta y un manillar que maneja un mocetón con soltura de muñeca y moviendo tabas. Uno de los asistentes al sainete burlesco, tenedor de libros en un despacho de licores y cursillista de Cristiandad, le cuenta a su compadre que la cabeza disecada que embiste al capote que sostiene José Rocasolano, torero aficionado y limpiabotas en el Café Oriental, es de una de las dos abuelas de Islero. El de su madre lo llegué a ver colgado en una de las paredes de un bar de la calle san Eloy, en Sevilla. Pues bien, como digo, los vecinos de Balsas de Ebro Viejo ya pueden ir colgando en sus balcones banderitas españolas y señeras cuatribarradas por si llegase Azcón en un coche negro para corroborar in situ esa reforma integral prometida. Lo malo será si todo queda en una vana ilusión; o sea, si el coche negro de Azcón pasará de largo mientras suena el “Europeos, os recibimos con alegría…”, como aconteció en Villar del Río cuando el piojo verde todo lo devoraba.

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