viernes, 2 de abril de 2021

Juntos, pero no revueltos

 


Me entero que de que en Zamora es costumbre, tras varias horas procesionando desde las cinco de la mañana, los hermanos de la Cofradía de Jesús Nazareno, fundada en 1651, realizan un descanso en las Tres Cruces y reponen fuerzas con las sopas de ajo leonesas cada Viernes Santo, si bien este año ha sido excepcional, como lo fue el anterior, por la pandemia de coronavirus. Se trata de un plato caliente servido en su tradicional cazuelita de barro y elaborado a base de aceite o manteca, pimentón, agua, sal, pan y ajo. Nada más y nada menos. Yo sé dónde están las Tres Cruces por haberme hospedado muchas veces en la fonda de la Estación de Adif, cuando la estación de Adif no era de Adif sino de Renfe. En esa plazoleta están enclavadas las tres cruces y una locomotora de tren identificada como 030-2214 que había sido propiedad de los ferrocarriles MZA, instalada en 1999 y anteriormente instalada en el parque de la Marina desde 1978. A mi entender está rodeada de unas verjas altas y poco estéticas. Esa cofradía, como decía, fue la primera en usar túnica de tela ligera de color negro y caperuzas romas, también llamadas terceroles. Los cofrades no portan velas ni hachones sino cruces de madera pintadas de negro. En su largo trayecto de seis horas de duración, desde su salida a las cinco de la mañana de de la iglesia de san Juan de Puerta Nueva hasta la llegada de regreso al centro de Zamora, hacen parada, como digo, intermedia de algo más de media hora en las Tres Cruces, dentro del llamado Barrio de las Viñas. Allí es donde toman la sopa de ajo. La estación es de estilo neoplateresco y se inauguró en 1958 aunque sus obras se habían iniciado en 1927, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Anteriormente existió una primitiva estación, inaugurada en 1864 con la llegada del primer convoy desde Medina del Campo, explotada por la Compañía de Medina del Campo a Zamora. Era de ladrillo y poseía una marquesina metálica. Respecto a la sopa de ajo, el truco consiste en dejarla espesar para que el pan absorba todo el caldo. Debe terminar en el horno, donde el pan queda bien empapado, y, sobre él debe quedar una capa dura y tostada que cruje al masticarla. En Aragón esa sopa es diferente, al añadirle al caldo huevos y picatostes. No es que sea mejor ni peor. Es otra sopa, como lo es también la sopa castellana, donde se añaden otros derivados del cerdo. No cabe duda que Castilla y León tienen maneras diferentes de entender la gastronomía, aunque hoy constituyan una sola Comunidad Autónoma. Algo que a mí siempre me pareció un error.

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