jueves, 22 de abril de 2021

El dragón

 


De la misma manera que el Ratón Pérez habitaba dentro de una caja de zapatos en un piso de la madrileña calle del Arenal, parece ser que el dragón de san Jorge en encuentra en la barcelonesa Casa Batlló, situada en el número 43 del Paseo de Gracia, cuyas escamas cubren la azotea, la espada del santo sobresale del tejado y los balcones parecen, para unos, calaveras de víctimas del dragón; para otros, antifaces de carnaval. Dicen que Antonio Gaudí combinó su transformación de la casa (1906) con la vieja leyenda del dragón de Montblanch. Se contaba de abuelos a padres y de padres a hijos que en esa ciudad tarraconense existió un dragón que tenía aterrorizados a todos los montblanquenses. Para calmar su furia, los habitantes de aquel lugar de la Cuenca del Barberá decidieron darle cada día a un individuo de forma aleatoria que se lo comiese. Un día le tocó el turno a la princesa pero san Jorge salió en su defensa y decidió matar al dragón y así poder liberar al pueblo de las fauces de aquel monstruo. Tras darle muerte, san Jorge arrancó una rosa de un jardín y se la entregó a la princesa. Lo que ya no sé es de qué princesa se trataba. Quiero pensar que de Eudoxia Láscaris, que adoptó el seudónimo de Irene Láscaris, cuarta hija del emperador de Nicea, Teodoro II y de Helena de Bulgaria, residente en Játiva y acogida en la corte de Jaime I, que le otorgó rentas en el Reino de Valencia y poderes sobre el barrio judío de Barcelona. Se dice de ella que acudió en misiones diplomáticas a Zaragoza y Castellón al servicio de Jaime II. En 1296 fundó un convento de monjas clarisas y el Santuario de la Serra, en Monblanch, donde permaneció hasta 1306. Murió en 1311 en Zaragoza y fue enterrada en el Convento de santo Domingo, próximo a la puerta de Sancho, que daba salida por el muro de rejola que abrazaba Zaragoza al final de la calle Predicadores. Fue derribada en 1868 y levantada de nuevo hasta su derribo final en 1904.

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