domingo, 30 de octubre de 2022

A las puertas de noviembre

 


Cada año, al llegar noviembre, algunos articulistas trasnochados y anclados en la nostalgia vuelven a echar en cara a no sabemos quién (donde siempre se incluye a Santiago Carrillo como si fuese la sal y el vinagre de aquella ensalada) las “sacas” de Madrid en 1936. Y los lectores, que bastante tienen ya con la que está cayendo, intentan, sin conseguirlo, tratar de entender una epopeya en la que no participaron por haber nacido más tarde. Hoy, Alfonso Ussía, en El Debate, publica un artículo, “Don Ramiro, el ingenuo”, para ir calentando motores. Señala que “Maeztu fue de izquierdas mientras perteneció a una familia rica y de derechas cuando se enfrentó a las necesidades de una familia humilde”, para terminar diciendo que “hoy España es una nación gobernada por sinvergüenzas y traidores, y con una Oposición que no sirve para nada”. En efecto, Ramiro de Maeztu y otras 31 personas fueron fusilados el mismo día en el cementerio de Aravaca. Era el malhadado 29 de octubre de 1936. Lo que no cuenta Ussía es que, en  1931, Maeztu abogaba por la instauración de una  “monarquía militar” en España al frente de un rey-dictador; que un año más , en 1932, mostraba su admiración por Hitler y era partidario del antisemitismo, de lo que queda constancia en diversos artículos suyos publicados en el diario ABC y en otros medios; y que, en 1934, tras los sucesos de  Asturias y su huelga revolucionaria, Maeztu señalaba la necesidad de “llevar a cabo una represión ejemplar que dejara a España pacificada por una o dos generaciones”. Ahí lo dejo. En 1974 le fue otorgado por Franco el título de conde de Maeztu a título póstumo, que recibió su único hijo, Juan Manuel Maeztu Hill, entonces casado con Nellie Manso de Zúñiga, hija de un militar (Manuel Manso de Zúñiga y López de Ayala, fallecido en la Batalla de Guadarrama). Título nobiliario que permanece vigente hoy en la persona de Ramiro de Maeztu Manso de Zúñiga, esquivando  la reciente Ley de Memoria Democrática que acaba de dejar sin efecto 33 títulos nobiliarios concedidos durante el franquismo. El cementerio de Aravaca, de titularidad pública del Ayuntamiento de Madrid, todavía conservaba hasta ahora en sus tapias tres escudos: el del águila preconstitucional, el de Falange Española Tradicionalista y de las JONS y un tercero perteneciente a los Reyes Católicos, junto al mensaje “Por Dios y por la Patria ¡Presentes!”. En la foto que acompaño puede verse el momento de una misa oficiada por Martínez Camino, obispo auxiliar de la Archidiócesis de Madrid, en honor de los “mártires de la Cruzada” y llevada a cabo por ese jesuita reaccionario el 1 de noviembre de 2017. Una “cruzada” que alumbró una dictadura  nacional-católica durante casi cuarenta años, donde el nombre de aquellos “mártires” aparecieron en placas situadas en los muros de las parroquias, precedidos por el nombre del Ausente. Como recordaba el historiador Julián Casanova en su libro “La Iglesia de Franco”, “los otros muertos, los miles y miles de rojos e infieles asesinados, no existían, porque no se les registraba o se falseaba la causa de la muerte, asunto en el que obispos y curas tuvieron una responsabilidad destacadísima”.

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