martes, 18 de octubre de 2022

La piedra en la bicha

  

Reconozco tener muchas manías. Una de ellas consiste en que, cuando visito alguna catedral, alguna muralla romana o algún sitio de interés, suelo rascar con el dedo en algún trocito de piedra que se mueve hasta sacarla de su sitio. Y cuando llego a casa la introduzco dentro de una bolsita de plástico, la etiqueto y la guardo como si fuese la reliquia de un santo. Hace un par de meses conseguí un trocito del Muro de Berlín con su correspondiente certificación. Ese día fue para mí como de gran fiesta. Pues bien, leyendo a Gregorio Marañón descubrí algo que no sabía. En su libro recopilatorio “Elogio y nostalgia de Toledo” hace referencia a Benito Pérez Galdós, que fue gran amigo de su padre, Manuel Marañón y Gómez Acebo, además de un conocedor al dedillo de la actual capital de Castilla-La Mancha. Pues bien, en su ensayo “La piedra en la bicha”  refiere ese “trapero del tiempo” que fue el ilustre médico una pequeña historia que simboliza el amor que Galdós  sintió por la Catedral. Escribe Marañón: “Bajo el aire de infantil travesura que tantas veces tomaban sus expansiones, aun siendo ya viejo, puede encontrarse la expresión de un ansia subconsciente de unir su personalidad efímera a la inmortal perennidad del monumento. En la fuente de los Doce Caños recogió un día una piedrecilla, pulida como un diamante, y quiso dejarla en la iglesia donde nadie la pudiera descubrir ni quitar. Para ello, con la complicidad del campanero, a la hora en que la nave estaba solitaria, introdujeron, con no poco esfuerzo, la pedrezuela en la boca de una de las bichas de bronce que sostienen el cuerpo del púlpito del Evangelio, en el crucero de la Catedral. Bastaba explorar con el dedo meñique las fauces del pequeño monstruo para tocar allá adentro el canto de Galdós. Su mano guió la mía, con satisfacción que no olvidaré nunca, la primera vez que me confió el secreto; y recuerdo que yo era tan pequeño que tuve que subirme a una silla para cumplir el rito”. Marañón se lamenta de que la piedra fue extraída por su culpa, por no haber sabido guardar el secreto al lograr que la tocasen muchas personas, y hasta sospecha Marañón quién fue el que dio la orden de que la quitasen de allí. Le produjo un gran abatimiento.

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