miércoles, 19 de octubre de 2022

En boca cerrada no entran moscas

 

Cualquier trabajador fuera de sus horas de trabajo es libre para hacer aquello que le venga en gana. Pero todavía hay ciudadanos que piensan que los docentes trabajan menos horas y tienen más vacaciones. Veamos: si el que así piensa se refiere a la pausa de los dos meses de verano, se equivoca. Solo disponen de un mes de vacaciones, el otro se lo pagan ellos a través de los descuentos que se le practican durante todo el año. Lo que aquí describo viene a cuento con un artículo de Álvaro Romero, en El Correo de Andalucía, donde da en el quid de la cuestión. Romero hace referencia a una señora, no dice su nombre, que en una tertulia de televisión, tampoco dice en cuál, mantuvo equivocadamente que “las tutorías de los profesores son una manera de cobrar evitando las clases, un modo de conseguir un día libre”. Álvaro Romero, indignado, señala que “la tal (sic) -como mucha gente, imagino- no sabe nada de la vida de un docente, pero hablar sigue siendo gratis. Evidentemente, no sabe que los docentes, al margen de sus clases, tienen que hacer tutorías con los alumnos y con los padres de estos fuera del horario escolar. Tampoco sabe que esas tutorías las suele fijar el profe (sic) pero que siempre tienen lugar cuando les viene bien a los papis (sic). Menos idea tendrá la tal (sic) de que, al margen del tiempo de las clases, estas hay que prepararlas porque, al contrario de lo que ocurre en esos programas televisivos, en una clase no valen las tonterías y todo lo que se enseña ha precisado de muchas horas de preparación, más bien años de hincar codos y reflexionar no solo sobre la materia, sino sobre el modo de enseñarla”. Sobre esa cuestión algo conozco por tener un hijo profesor de Secundaria y por lo que él me cuenta. Además de todo ello, para ser educador con plaza fija en la enseñanza pública hay que pasar, con excelente nota por  cierto, unas duras oposiciones; y que, por tratarse de concurso-oposición, se puede aprobar y no conseguir plaza, y que constan de dos fases: una, de nivel de preparación; y, otra, de concurso de méritos. Algo que no sucede en la enseñanza privada ni en la concertada, esta última también financiada por el Estado aunque manejada en buena parte por órdenes religiosas sobre las que no deseo dar mi opinión. A las aulas deben asistir los educandos para adquirir los conocimientos necesarios que se exigen en cada curso académico. Los adoctrinamientos, si es que alguien precisare de ellos, mejor en los templos.

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