viernes, 25 de noviembre de 2022

El color de la liturgia

 



R
ecuerdo, de niño, llegar a la escuela el lunes y en un momento determinado preguntar el maestro a algunos educandos si habían asistido el día anterior a misa. Para asegurarse, el maestro les preguntaba: “¿de qué color era la casulla del párroco?”. Ahí comenzaban las dudas del preguntado. Unos decían verde, otros roja… Existía diversidad de respuestas. Hoy sería inimaginable que un docente hiciera tales preguntas a sus alumnos en un Estado no confesional. Pero entonces, durante el nacional-catolicismo reinante durante la dictadura de Franco, un cura mandaba más que un alcalde y no oír misa entera los domingos y fiestas de guardar estaba mal visto. Es más, la blasfemia estuvo castigada con multas de cincuenta duros; a la iglesia no se podía ir en manga corta; y las mujeres debían llevar velo en la cabeza, falda larga y medias. En este país, donde estaba prohibido hasta el control de la natalidad, se hizo asignatura obligatoria el estudio de la Historia Sagrada y el catecismo en las escuelas. Existía, tanto un decreto  como una ley, ambos en vigor desde 1938 en la zona controlada por los rebeldes, que daban idea de la presión de la Iglesia en los territorios “conquistados” por los sublevados. Por un decreto de 2 de marzo de 1938 se suspendieron los pleitos por separación y por divorcio; y la ley de 12 de marzo de 1938 derogó otra ley de 28 de junio de 1932 sobre el matrimonio civil. Posteriormente se abolió el divorcio (Ley de 23 de septiembre de 1939) y se restableció el presupuesto del clero con la Ley de 9 de noviembre del mismo año y que derogaba la republicana del 6 de abril de 1934. En el preámbulo de esa nueva ley se justificaba el sueldo a los clérigos, ya convertidos en dueños del cotarro. En suma, un patrón similar al del régimen autoritario portugués de Antonio de Oliveira entre 1933 y 1974, y del dictador de Croacia Ante Pavelic entre 1941 y 1945. Pero volvamos al color de las casullas de los curas en el ejercicio de ese sacrificio incruento que es la misa, que puede ser verde, rojo, morado, blanco, azul, rosa y negro, que es ausencia de color. El verde se utiliza en Tiempo Ordinario, es decir, excepto en Cuaresma, Adviento, Pascua Florida y Pascua de Navidad. Tampoco se usará durante las fiestas de Jesucristo, de la Virgen o de los mártires. El rojo se usa con motivo de la celebración de Espíritu Santo, de los mártires y en Viernes Santo (aunque ese día permanezcan los templos cerrados). El morado, en días Cuaresma y Adviento. El blanco, en Pascua Florida y el día de Navidad. El azul, por concesión papal para los pueblos hispanos, el 8 de diciembre, o como dicen los de mi pueblo: "p'a la Purisma". El rosa, el tercer domingo de Adviento (Gaudete o Laetare) y el cuarto domingo de Cuaresma. La casulla negra es propia de las celebraciones exequiales. La casulla, que se coloca sobre la estola y el alba, deriva de la pénula (capote) greco-romana, utilizada por la clase senatorial romana a principios del siglo IV. A partir del siglo IX se impusieron la dalmática y la tunicela. La dalmática lleva para tapar los brazos una especie de mangas anchas y abiertas. La tunicela es parecida a la dalmática aunque con menos adornos y con una barra horizontal (la dalmática dispone de dos). En las misas pontificales o solemnes el preste (oficiante) viste casulla; el diácono, dalmática;el subdiácono, tunicela; y el sacerdote asistente, capa pluvial. ¿Supo esos detalles litúrgicos aquel maestro de mi infancia?  Permítame el lector que lo ponga en duda. Tampoco importaba. Los colores no existen. Ni el cielo es azul ni el atardecer es naranja ni las estrellas de mar el día del Juicio Final subirán al Cielo, como dejó escrito creyendo que sí subirían como el globo escapado de la mano de un niño, el inolvidable Ramón Gómez de la Serna. El color no está en las cosas sino en la luz que las ilumina.

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