martes, 1 de noviembre de 2022

Numancia o Azaña, esa es la cuestión


 La reciente Ley de Memoria Democrática aprobada en el Congreso de los Diputados establece, entre otras cosas, quese considerarán elementos contrarios a la memoria las referencias en los topónimos a la sublevación militar y la dictadura, sus dirigentes y participantes en el sistema represivo”. Todavía hay muchos pueblos, sobre todo de colonización, que llevan nombres relacionados con ese tiempo histórico y con personas que tuvieron algo que ver con el golpe de Estado y la posterior Guerra Civil. Pero hay algo que no se tiene en cuenta por razones que desconozco. Me refiero al pueblo toledano de Azaña, entre Illescas y Villaluenga, que en su día fue cambiado por Numancia de la Sagra y que debería retomar su nombre de siempre. El nombre Azaña deriva del árabe al-sāniya, que significa molino de agua. Su nombre ya aparece en documentos de 1158 en el que Sancho III cede cinco yugadas de heredad en Azaña a cambio de la mitad de Ciruelos. Cinco años antes, en 1150, Alfonso VII donó  Ciruelos a Pelayo Pérez de Frómista y a Pedro Díaz Marrón, que cedieron a Raimundo de Fitero, abad y fundador de la Orden de Caltrava, enterrado en la iglesia de la Asunción en 1163 hasta su traslado al convento toledano de Monte-Sión. Pues bien, Azaña, patria chica de la monja franciscana Juana de la Cruz (1481), comenzó a llamarse Numancia de la Sagra a comienzos de la Guerra Civil, al ser tomada esa villa por las tropas rebeldes el 18 de octubre de 1936 por el comandante golpista Jesús Velasco  al mando del Regimiento Numancia. Al día siguiente, Velasco decidió cambiar el topónimo de siempre por el nombre del regimiento seguido del nombre de la comarca, porque le recordaba al apellido del presidente de la República. Lo cierto es que hoy Numancia de la Sagra se ha convertido en una zona residencial  para muchos madrileños, al encontrarse a solo 40 kilómetros de Madrid, algo que sucede igualmente en pueblos madrileños próximos al linde con la provincia de Toledo como son Griñón, Cubas, Serranillos del Valle, etcétera, todos ellos comprendidos dentro de la comarca de La Sagra, compartida con Castilla-La Mancha. Es posible que a esos burgueses advenedizos, propietarios de chalés y adosados, casi todos madrileños, les traiga sin cuidado (o no deseen modificar lo que hicieron en su día las tropas rebeldes), el necesario cambio de nombre de esa villa toledana en aplicación de la Ley. Ya se intentó el cambio de topónimo en varias ocasiones, sin éxito. Es, a mi entender, fruto del “pasotismo instalado” en todas las capas sociales, tanto entre los burgueses conservadores que solo confían en reducciones de impuestos, como en obreros desesperados que no saben por dónde tirar, y que unos y otros dieron una mayoría casi absoluta (a solo dos escaños) a Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea de Madrid por ver si sonaba la flauta.    

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