sábado, 2 de marzo de 2024

El congrio no es mal ave

 



A mi entender, que Felipe VI visite al Cristo de Medinaceli no debería ser noticia de prensa en un Estado no confesional. Esas manifestaciones de besapié a tallas religiosas deberían circunscribirse al ámbito privado. Al español le interesan otras cosas, como la galopante subida de alquileres, el precio del aceite en los supermercados, el deterioro progresivo y el pésimo servicio  que presta la Sanidad pública a los ciudadanos desde su transferencia a las comunidades autónomas, la desvergüenza de la metástasis en el “caso Koldo”, la descomposición del Estado de bienestar… Hay cosas que no termino de entender, por ejemplo, que entiendan como “emotivo homenaje de las víctimas del incendio de Valencia” una ruidosa  mascletá pirotécnica. Es como si en casa del ahorcado se pasasen el día jugando a la comba en memoria de la víctima por sofocación; que en Sevilla su alcalde pretenda imponer una tasa turística sin considerar que esa ciudad es una de las capitales españolas con más paro registrado; que el primer partido político que la Transición legalizó, Falange Española, pretenda  ahora cargarse la democracia; que una periodista que seguía los disturbios de agricultores contra policías en La Aljafería cuente a los oyentes de televisión que “los agricultores querían echar  a varazos a las fuerzas del orden al Ebro”, confundiendo el río con el foso; que a estas alturas, la Real Academia de Gastronomía no sepa que el origen del ‘pulpo a feira’ nunca fue gallego sino de La Maragatería; que el Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo (León)  se haya gastado 300.000 euros en un camión de basura importado cuyo joystick no puede elevar los contenedores para su descarga, etcétera. Al hilo del cuento  y aprovechando que estamos en Cuaresma señalaré que la tradición del ‘pulpo a feira’ proviene de un tiempo en el que los viajeros de esa comarca leonesa eran los principales encargados de enlazar las mercancías entre el sur de la Península Ibérica y los puertos gallegos por la antigua Vía de la Plata, transportando aceite de oliva andaluz o pimientos extremeños, que vendían al llegar a su destino. A su regreso se llevaban pulpos secados al sol como trueque mercantil. Los rehidrataban y mezclaban con aceite y pimentón para su consumo. Algo parecido a los trueques que hacían los vendedores de cáñamo del valle del Jalón, con sus envíos a Mugía (La Coruña) para hacer amarras de buques y sujetar velas a cambio de regresar con congrios secos procedente de sus secaderos y que más tarde guisaban con garbanzos o patatas. Se hizo muy famoso el conocido como ‘congrio bilbilitano’, sobre el que existen varias recetas en el “Libro de guisados” de Ruperto de Nola (siglo XV) y en el “Indice culinario” de Teodoro Bardají. Pero los tiempos cambian y hoy también se comercializa el congrio en filetes envasados al vacío y en escama para hacer un caldo de pescado como el dashi  japonés. Siendo Cataluña parte de la Corona de Aragón, el congrio seco ya se citaba en el ‘Llibre de Sent Soví’ y en el  Llibre del Coch’ (1520) del Mestre Robert, que lo utiliza fresco como siempre se ha comido en Galicia. Robert describe el ‘congrio en empanada’, ‘congrio en cazuela’ y ‘congrio hervido’, para el que recomienda los congrios grandes, o ‘congrio a la parrilla’, para los congrios pequeños. Josep Pla describe el plato de ‘congrio en fresco con guisantes’ en su obra ‘El que hem menjat’. De la época medieval hay referencia del Arcipreste de Hita y de Enrique de Villena y Cornide, que en el siglo XVIII habla de su consumo en fresco, cocido y aderezado con mostaza y vinagre, guisado y frito, y, seco, en potaje de garbanzos.  En Lérida es costumbre comer ‘escudella de congrio’ el Viernes Santo; y en el municipio de Balaguer existe la ‘Fira del congre’ en Carnaval. Vamos, que el congrio, ese pariente de la morena, generalizado entre los individuos con economías más débiles y que en bable es ‘cougan’,  zafio’ en Andalucía, congre’ en catalán e ‘itsas ainguira’ en vasco, tampoco es mal ave.

 

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