Ojos

Sobre los ojo se ha escrito mucho. Lo que no sabía era que las ranas guiñan el ojo a los machos elegidos para el apareamiento, como acabo de leer en la prensa. No cabe duda de que existe un lenguaje de los ojos de la misma manera que existe el lenguaje de las flores y el lenguaje del abanico. Pero ojo también hace referencia al agujero que tienen las agujas para que entre el hilo; cada uno de los anillos de las tijeras en los que entran los dedos; al agujero por donde se mete la llave en la cerradura; al manantial que surge en un llano; al círculo de colores que tiene el pavo real en la extremidad de cada una de las plumas de la cola; a cada uno de los espacios de las mallas; etcétera. Mi padre, que se licenció en Medicina en Valladolid, me contaba que la asignatura de “Ojos” fue la única que le suspendieron a lo largo de su carrera, que entonces duraba siete años pero que él la terminó en cuatro. La RAE hace tantas referencias al ojo que resultaría largo enumerar. De todas ellas, me quedo con “ojo de boticario”,  referido al lugar seguro en las boticas para guardar estupefacientes y ciertos medicamentos, del que ya hay constancia en el Diccionario de Autoridades de 1726; con “ojo de buey”, como claraboya circular; y con “ojo de buen cubero”, equivalente a sin medida, sin peso y a bulto. Gutierre de Cetina tiene un madrigal dedicado a la condesa Laura Gonzaga, de la que estaba enamorado: “Ojos claros, serenos”, que es una joya del siglo XVI: “Ojos claros, serenos, / si de un dulce mirar sois alabados, / ¿por qué, si me miráis, miráis airados?...”, o ese otro poema donde se compara la belleza de los ojos femeninos con el sol: “Cubrir los ojos / con la mano que ya me tiene muerto…”. El ojo es un instrumento que utiliza el cerebro para ver. Otra cosa son las miradas, que pueden ser de amor, de rencor o de indiferencia. Lo dijo Antonio Machado en “Proverbios y cantares”, publicado en 1912: El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve.