jueves, 7 de marzo de 2024

Valor, se le supone

 


Se comenta que en 1922 se hizo un homenaje a Miguel de Cervantes en el Ateneo de Madrid y César González-Ruano aprovechó la ocasión para teñirse el pelo de rubio y ponerse un chaleco amarillo de mujer.  De esa guisa subió a la tribuna de oradores y dijo: “Señores, estoy harto de oír a una serie de memos hablar del idioma de Cervantes. Ese Cervantes parece que era un manco, cosa que se confirma, porque el Quijote está escrito con los pies…”. No pudo seguir hablando porque le comenzaron a insultar. Al día siguiente, todos los periódicos lo citaron con nombre y apellidos, menos uno de ellos, el diario ABC, que tituló en un pequeño hueco de página par: “Al señor González no le gusta Cervantes”. Me viene a la cabeza un artículo de Camilo J. Cela Conde en La Opinión de Málaga (22.08.17) titulado “Libros sobrevalorados”. Su autor indicaba: “Cortar las cabezas de los clásicos es una tarea recurrente que cada generación lleva a cabo cuando busca abrirse camino. Y la mejor forma de hacerlo es épater le bourgeois, por más que los burgueses dispuestos a asombrarse y escandalizarse sean, a estas alturas, una especie tirando a más bien escasa. Pero lo más interesante de este eterno retorno al campo de la provocación es que se tira con bala contra aquellos que, siendo jóvenes, hacían lo mismo para marcar las diferencias”. (…) “Cuando los autores de obras que han pasado a la historia de la literatura llevan a cabo, ya sea en los inicios de su carrera o peinando canas, críticas demoledoras, lo hacen con el bagaje y la autoridad que les da el haber sido capaces de componer verdaderas maravillas. Pero si quien arremete es el autor de un par de libros que han pasado sin excesiva pena ni gloria por el tamiz implacable de los lectores, entonces estamos ante un espectáculo que se queda en patético”. Hoy, en El Debate, Alfonso Ussía presume en su habitual, faltón y desabrido artículo que él nunca compra ni lee el diario El País, algo que todos los demócratas dábamos por supuesto. No pasa nada. Hay tres frases en España que deberían quedar para la Historia: una es la de la vieja Cartilla Militar donde decía aquello de “Valor, se le supone”; y otra, la de los ferrocarriles: “Es peligroso asomarse al exterior”. Y una tercera, la que se ponía en las paredes de algunas tabernas de los pueblos: “Prohibido blasfemar y hablar de política”.




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