lunes, 18 de marzo de 2024

Ocurrencias

 

 


La folclórica alcaldesa de Zaragoza del Partido Popular, Natalia Chueca, se ha debido inspirar en una rima de Bécquer, la rima XXXVIII, para llevar a cabo su última ocurrencia, o sea, colocar en las calles un nuevo contenedor, esta vez de color maleta, para que los ciudadanos depositemos los posos de café, los corchos de las botellas de vino, alguna ramita podada del macetero y restos de comida, si es que sobra algo. La rima becqueriana dice: “Los suspiros son aire y van al aire. / Las lágrimas son agua y van al mar. / Dime, mujer, cuando el amor se olvida, / ¿sabes tú adónde va?”. Pero la última ocurrencia de la alcaldesa va más lejos. Esos contenedores estarán dotados de una clave y solo se podrán abrir mediante una tarjeta que ha prometido entregársela a los ciudadanos  antes de la implantación de esos contenedores. Pero yo me hago la misma pregunta que se hizo Josep Pla cuando le enseñaron Nueva York de noche: “¿Y todo eso, quién lo paga?”. La respuesta es sencilla. Que los suspiros sean aire y vayan al aire me parece muy bien, pero que servidor de ustedes tenga que bajar a una esquina de la acera para tirar los posos de café de la merienda es otra cosa. Porque, escúcheme con atención, Chueca: ¿donde tiraré las uñas de los pies que me haya cortado? ¿Y el perejil que se me ha quedado seco en la nevera? ¿Y una mosca que aparece en la sopa? Que Zaragoza avance hacia el objetivo de convertirse en una ciudad con cero residuos me parece excelente. ¿Pero se ha dado cuenta esa señora de lo sucia que está la ciudad que gobierna? ¿Es consciente de que huele a mierda por culpa de las papeleras y por falta de limpieza en el alcantarillado? Por lo pronto ya ha puesto el esparadrapo antes de la herida y ha subido mucho las tasas de agua y basuras. Ya solo faltaría que nos cobrasen por el uso de las tarjetas, como hacen los bancos. Yo de esa mujer y de sus ocurrencias inspiradas en "los grandes inventos del TBO" del doctor Franz de Copenhague me creo todo, y nada bueno.

 

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