viernes, 29 de marzo de 2024

¡Adelante con los faroles!

 

 

El genial García Trapiello, al que suelo leer en Diario de León con devoción de trapense, escribe hoy sobre las torrijas y su abultado precio en bares y pastelerías. Con el título “Torrija llevo”, Trapiello señala que “no hay medio en este país que no nos endilgue en estas fechas el manido reportaje sobre las torrijas como obligando a comulgar con ellas so pena de cometer quebranto de dogma tradicional y, por ello, verse condenado al llanto gástrico y al crujir de dientes como los impíos en el Infierno por pecar mortalmente si no comulgan por Pascua Florida como se establece aplicando el tercer mandamiento”. Cierto. La prensa de papel ya se está poniendo cargante con las torrijas, la mejor tortilla de patata y las mil formas de guisar el bacalao en Cuaresma. Pero claro, lo poco gusta, lo mucho cansa. Si la prensa no es capaz de ponernos al día sobre lo que acontece por ahí al margen de procesiones, del tiempo inestable y de la salida en masa de ciudadanos en su huida hacia adelante en busca de ocio, tampoco debe quejarse de vender pocos diarios. La inflación está subiendo al Gólgota, como bien dice Trapiello, y no hay motivo para que una torrija se venda a casi seis euros por mucho que haya subido el precio del aceite,  del azúcar y de la harina. La torrija, hija de los “borrachinos”  asturianos, fue desde el siglo XVI un dulce que se hacía en las casas de pobres aprovechando el pan sobrante, como sucedía con la sopa de ajo y con las migas de pastor. Las torrijas son rebanadas de pan fritas y endulzadas. En los “borrachinos”, también en los “miñuelos”(buñuelos de leche), posiblemente de origen conventual, se pica la miga de pan duro y se mezcla con huevo batido, leche y otros ingredientes hasta conseguir una especie de albóndigas que se untarán en un almíbar hecho con azúcar, agua, vino blanco y canela, para seguidamente pasarlo por la sartén. Parece ser que fue Juan de la Encina, que vivió en León, el primer autor que usó la palabra torrijas, o más bien "torrejas", en su “Cancionero”, de 1496, donde se incluye un villancico (canción de villanos) en el que unos pastores cantan sobre los regalos que llevan a Jesús recién nacido y su Madre. “No piense que vamos / su madre graciosa / sin que le ofrezcamos / mas alguna cosa / que es de gran valor / madre del redentor / En cantares nuevos / gocen sus orejas / miel y muchos huevos / para hacer torrejas / aunque sin dolor / parió al redentor”. En resumidas cuentas, me parece excesivo el precio que se está pagando por una torrija, que no deja de ser comida de aprovechamiento de sobras. Pero no pasa nada. Mientras existan primos que paguen sin rechistar, ¡adelante con los faroles! Sarna con gusto, no pica.

 

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