La noticia de que el comandante
el Apolo 11 se haya muerto ayer merecería una tierna necrológica. Neil Armstrong fue el primer ser humano en
pisar la Luna en
lo que estimo que fue una sublime excursión por un descampado. Contemplar el
Planeta Azul desde el espacio imagino que puede ser objeto de una lograda foto
para, al regreso del viaje, enseñársela a los conocidos de bar. “Mira, Pepe, el
cielo resulta que es negro”. Y Pepe, que lo tiene muy oscuro por los barruntos
de ese rescate europeo a España que se avecina, no le da demasiada importancia
al hecho de que el cielo sea del color del azabache. Otro conocido de bar,
Protasio, de lo que de verdad se alegra es de que ayer ganase el Zaragoza al
Espanyol. Protasio conoció a Huesitos, atecano de nación, que en tiempos del
lanzamiento del primer satélite artificial, el “Sputnik” soviético, en el ya lejano 1957, se armó de valor e intentó por todos los medios apuntarse para
ir a Marte. Al final no pudo. No supo dónde poder estampar su firma. Un
teniente de la Guardia Civil
que había por aquellos años en el destacamento de Ateca le aconsejó que se
olvidase de esa enfermiza intención, que esas cosas de los satélites
artificiales se llevaban a cabo al otro lado del Telón de Acero. Y a Huesitos
siempre le quedó una honda pena. “No tienes condiciones. ¿Qué quieres -le dijo
el teniente-, acabar como la perra Laika? Además, tú no puedes ir al espacio
porque tienes cosquillas”. Huesitos no pudo nunca ser lanzado al vacío, ni
logró inscribirse en lista alguna ni tuvo entrenamiento para tan difícil contingencia.
En la vida alcanzó la subvención necesaria que le pudiera ayudar en su objetivo.
Con resignación cristiana optó por cosas
más simples, como acercarse todas las mañanas hasta el río Jalón para pescar barbos con trasmallo, como hacía Rubito
de forma magistral. Hay grandes colas para ver el Códice Calixtino en Santiago
de Compostela y para descubrir y poder fotografiarse en grupo junto al nuevo
“look” del eccehomo de Borja. La octogenaria Cecilia Giménez ha sido noticia en
todos los medios informativos y su personal retoque a ese cristo de Limpias
pintado sobre la pared de un santuario aragonés hace ochenta años ha dado la
vuelta al mundo. Tal vez sea el nuevo “Grito” (como el de Edvard
Munch),
en versión carpetovetónica, frente a tantos dislates por parte de un Gobierno
que ha perdido la aguja de marear. Y lo ha tenido que plasmar en la pared una
octogenaria desconocida y con el rostro a surcos de “firestone”, a falta de
noticias sobre el monstruo del Lago Ness, el verdadero protagonista
de otros veranos menos crispados.
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