La gente es que es muy mala,
oiga. Como hay media España haciendo de figurantes en “los lunes al sol”, el personal cesante le da
vueltas a la cabeza e intenta captar el porqué de que el duque consorte de
Palma, más galán que Mingo, haya dejado temporalmente Telefónica sólo un mes
después de que Alierta se le hubiese renovado contrato. Y ahora dicen los
periódicos que vuelve a instalarse en Barcelona y que piensa trasladarse a un
piso más modesto que el palacete de Pedralbes. Vivir en Barcelona es más
práctico y queda más cerca de Andorra que el “Guasintón” americano; sólo está a
dos hora de viaje si se hace el trayecto en el viejo coche de la infanta,
un utilitario de color verde que usan
ahora en sus desplazamientos catalanes por no ventilar signos externos de
riqueza, ¡qué horror!, que eso es cosa de raqueros nuevos ricos. Pero, ya digo,
la gente es muy mala (como dice Ruiz Mateos respecto a la juez que le ha tocado
en suerte: “Mala, mala, mala. Casi muero en el calabocillo. Si san Josemaría
viviera hoy…”), anda con la mosca detrás de la oreja y no sabe en qué quedará
lo de la paga de diciembre si hay rescate de España. Tampoco entiende, la
gente, quiero decir, qué es eso del “banco malo”. Juan José Millás lo tiene
bastante diáfano: “Es una institución pública a la que se van a desviar los
activos tóxicos de los bancos, para dejarlos saneados a cuenta del
contribuyente. Quiere decirse que el banco malo es fundamentalmente malo para
usted y para mí, que vamos a pagar las juergas que se han corrido los banqueros
con sus jubilaciones, prejubilaciones y orgías financieras en general. Además,
como el Gobierno es coherente, pondrá al frente del banco malo a gestores
horrorosos, quizá al mismo Rato, uno de los responsables de su nacimiento. No
nos extrañaría que convocaran oposiciones inversas para seleccionar a lo peor
de cada casa. Las ganarían los más torpes, quizá los más corruptos”. Y a mí,
ciudadano de a pie en el acantilado, se me ocurre pensar que el futuro “banco
malo”, que bien podría denominarse con un nombre rimbombante, verbigracia,
Banco de Murciar, que es jerga germánica que puede gustar a Merkel, podría
tener en la “sección de Cartera” a los más expertos cofrades de la pala, chirlerines y calafates. Y en la “sección de
Riesgos”, a los más duchos en el arte de
garrafiñar y andar al camino. Ayer el rey se reunía con el Consejo Empresarial,
o sea, con los amos del Ibex 35, en el edificio de Telefónica, para buscar una
salida a la crisis y, como cuenta hoy El
País, “la conveniencia o no de solicitar [por el
Gobierno] un segundo rescate ‘blando’ a los socios de la eurozona”. Ni caso. Aquí
no hay rescates blandos, que esto no es un colchón “Flex”. ¡Pero si ya se está
negociando a espaldas del Congreso! La reunión de ayer del Consejo Empresarial
carece de valor y no sirve ni siquiera para la confección de un editorial de
fuste mientras los “dueños de España” intenten esclavizar a los trabajadores en
activo que les consiguen enormes plusvalías y, de paso, sigan en la postura de
mantener un vergonzoso desdén hacia los más de cinco millones de parados. España
está hecha una criba y a los españoles nos tiene el Gobierno a media ración y a
punto del finiquito. Sólo nos falta que esa olla de grillos que es el Consejo
Empresarial nos aplique en plan paternal, por desembravecer a la famélica
legión y por hacer buenos oficios, uno a uno y por orden, una lavativa en el
antifonario. Quien pilla, pilla.
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