En este país se ha caído la
bandera de la madrileña Plaza de Colón, el Rey ha dado un traspiés, la bolsa
hace picos, la prima crece como la mala hierba y nuestras esperanzas sobre la
compra de deuda por parte del Banco Central Europeo se apagan. Draghi nos ha
salido rana. Esas cosas pasan hasta en las mejores familias. De nada ha servido
que se licuase la sangre de san Pantaleón ni la abyecta sonrisa de alguien que
en su día formase parte de la comisión de Goldman Sachs a la hora de maquilla los
datos de Grecia Hoy Rajoy ha contado a
la prensa lo que debería haber contado y debatido en el Congreso de los
Diputados, su espacio natural. De nada sirve que el Gobierno inste a la UE a que compre deuda de los
países que “cumplen”. Pero si el problema es político más que económico. Draghi
es un monaguillo de Merkel y Mario Monti no salió presidente del Gobierno
italiano por mandato de las urnas. La obligación de Rajoy es negociar y dejarse
de contar milongas. Se nos caen los palos del sombrajo, se nos viene abajo la
bandera de Colón, tropieza el Rey en una escalinata y el convoy español, ese
“sangay” al que le falta brío en su locomotora, lleva camino de ir directo a la
vía muerta del rescate. Las medidas de Rajoy son insuficientes mientras no se
adelgace la administración del Estado, esa asignatura pendiente. Demasiados asesores
para un Ejecutivo caótico y demasiada jaula para tan poco pájaro. A España le
vino bien Europa cuando aparó la mano para despilfarrar. Ahora, ese club de
macarras exige sacrificios a los países del Sur y ni los españoles ni los
italianos tenemos mentalidad calvinista. Hacemos lo que pide Merkel, pero sin
convicción. No le demos vueltas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario