A mi entender, el Rey está de
vacaciones y puede desplazarse donde le venga en gana. De hecho, el pasado
sábado presidía una corrida de toros en El Puerto de Santa María. En este
sentido, Alfonso Ussía, escribe hoy en “La Razón” lo siguiente: “Su
aparición en el palco fue saludada por el público portuense con una cerrada,
larga y atronadora ovación. Dolorosísima reacción popular para los que llevan
un buen tiempo entregados a desprestigiar su persona, su figura y cuando (sic)
representa. Entre otras cosas, El Rey representa la unidad de España, y eso
cabrea a muchos. (…) En el verano suceden estas cosas. Unos van, otros vienen,
unos discuten, otros se abrazan, se lía el batiburrillo y el Rey se baja hasta
El Puerto de Santa María para recordarnos, en aquel maravilloso lugar, que
seguimos siendo España”. Hombre, no hace falta que el Rey se baje hasta la provincia de Cádiz para recordarnos
las lindes por el Sur de nuestro país. Por cierto, Ceuta y Melilla quedan más
abajo, forman parte de España y tanto ceutíes como melillenses esperan
impacientes a que algún día el Jefe del Estado se arme de valor y visite ambas
Plazas de Soberanía con la misma naturalidad
con la que visita la isla de Mallorca. Pero no era mi intención opinar sobre
los desplazamientos del Rey ni hacer comentarios sobre aquello que escribe
Ussía en un periódico que no compro. Sin embargo, aprovecho ambas
circunstancias, o sea, la corrida de toros en El Puerto presidida por el Rey y
la última columna del sobrino del militar golpista Milans del Boch, para llamar
la atención sobre algo que Ussía se ha dejado en el tintero al optar por
sacar a pasear el incensario en
beneficio de alguien, en este caso del Rey, al que no le convienen ciertos
humos de botafumeiro para su salud ni necesita de aduladores compulsivos. Decía
Borja Cobeaga [“El País”, 17.10.2010] que “mucho más peligrosos que los palos
(en este caso, que los humos de incensario) son los halagos. Que te doren la
píldora puede ser mortífero”. Aprovecho, digo, para señalar que junto al Rey,
en aquella corrida de toros, se encontraba el ministro de Agricultura y Medio
Ambiente, Miguel Arias Cañete. Tal hecho hubiese carecido de importancia en
circunstancias normales. Pero el pasado sábado España ardía por los cuatro costados,
es decir, en Canarias, Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia y Alicante. Y en
esos incendios perdían la vida dos brigadistas. Arias Cañete dice que actuaba
de ministro de jornada y que “había seguido instrucciones de Presidencia para
acompañar al Rey”. No me convencen sus declaraciones. Arias Cañete, responsable
del Ministerio de Medio Ambiente, no estaba en el sitio adecuado en el momento
adecuado. Una cosa es que el Rey se baje hasta El Puerto de Santa María para recordarnos -como dice Ussía- que
seguimos siendo España y otra cosa muy distinta es que Arias Cañete actúe con
absoluta irresponsabilidad y desdén ante el sufrimiento de los ciudadanos que
le pagan su sueldo de ministro. No se puede ni se debe estar todo el puto día
celebrando el cumpleaños de la
Pepa mientras España arde y los ciudadanos se angustian. ¡Ya
está bien de tanta fanfarria!
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