Rajoy debería dejar de mirarse en
el espejo con el “meyba” de Fraga, el “meyba” de Palomares, y regresar a Madrid
sin pérdida de tiempo. En Pontevedra no pinta ni resuelve nada útil.
Travestirse de langostino con la que está cayendo en la Galicia profunda tiene sus
riesgos. Lo mínimo que le puede ocurrir es que se le aparezca el ectoplasma de
la señora de Meirás en forma de tirabuzón mohíno. El Gobierno haría bien en reunirse,
(en Madrid, no en El Pazo) y aprobar sin pérdida de tiempo los “400 euros de
Zapatero”, como los denomina el impresentable Alfonso Alonso, y la tarjeta
sanitaria para los “sin papeles” que se encuentran en España. Por estos pagos
sólo se habla de las olimpiadas y del alcalde de Marinaleda, esa espesa tinta
de calamar que oculta en las calores de este verano, a falta de otras noticias,
la incompetencia de un Gobierno socarrado y superado por los acontecimientos.
Aquí no se trata de repartir la riqueza al estilo de Luis Candelas ni de
escuchar las simplezas sobre tal cuestión que lanza a los medios el actual
ministro del Interior. Lo que se impone en España es un Gobierno que tenga
claras las prioridades de los españoles y obre en consecuencia. Dar continuos
palos de ciego; arrodillarse ante Merkel con vergonzoso vasallaje; priorizar la
salvación de ciertas entidades bancarias en quiebra a costa de imponer recortes severos en Sanidad y Educación; “jugar” a utilizar idénticas medidas con las
Comunidades Autónomas (como dice Rubalcaba) a aquellas otras que Europa impone
a España, son sólo una pequeña muestra de lo que no se debe hacer a la hora de administrar
un país en recesión, muy harto de soportar a políticos incompetentes que se
amparan en la mayoría absoluta para ejecutar disparates encadenados, y con unas
tasas de desempleo en alza. Hoy, “El País” hace dos entrevistas sustanciosas:
una de ellas a Rodolfo Martín Villa; la otra, a
Antonio Gala. Martín Villa, hombre público con muchas horas de rodaje en
diferentes gobiernos desde los lejanos tiempos del franquismo, afirma que “la
crisis institucional, es el problema real de España. Porque no se han arbitrado
los mecanismos y organismos solventes para regular a los reguladores: desde el Tribunal
Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial al Banco de España o la Comisión de la Energía, todos se nutren
por cuotas del partido. Eso no puede ser”. Antonio Gala, en cambio, es mucho más
rotundo. A la pregunta de Borja Hermoso, “¿Que opinión tiene de los que toman
decisiones ahora mismo?”, Gala no se corta un
pelo: “Da la impresión de que este país está gobernado por una colección
de tontos que se han reunido para jugar a algo, a las cartas, o al dominó, y no
saben las reglas. Y luego está el pobre Rajoy, que a mí siempre me dio risa,
pero ahora me da pena porque no sabe qué hacer. La verdad es que estamos
gobernados por una pandilla de gilipollas”. Pues eso.
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