Leo el artículo de Juan
Chicharro, “Atracción fatal”, en “República.com”. Este militar de carrera hace
una buena reflexión sobre la muerte. Refiriéndose a ciertos himnos militares,
como el de la Legión,
Infantería, etcétera, en los que se ensalza la muerte en la defensa de la Patria, señala: “Oiga, si
la muerte llega, pues, mala suerte, pero de ahí a que se tenga que morir uno
por obligación pues me parece que no; una cosa es estar dispuesto a dar la vida
por un ideal y otra por obligación”. Estoy de acuerdo con su posición. Pero hay
algo que se ha dejado en el tintero. Cuando Chicharro hace referencia a la
concesión de la Cruz Laureada
de San Fernando colectiva al Regimiento de cazadores de caballería 14 Alcántara
(mandada por el teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, el único
militar que en su día recibió a título individual la máxima condecoración), con
casi noventa años de retraso, por su magnífica actuación ante la desbandada de
tropas españolas en el desastre de Annual, hubiera agradecido que Chicharro
explicase las causas de tal desastre, por causa directa de un irresponsable
general, Manuel Fernández Silvestre,
Comandante General de Melilla desde el 12 de febrero de 1920, que no calculó
sus fuerzas en mayo de 1921 ante el enfrentamiento con unos rifeños
comandados por Abd-el-Krim. La
“aventura” era arriesgada cuando se contaba con recluta forzosa deficientemente
entrenada, sin sueldo, mal alimentada, calzada y vestida; y, lo que es
peor, con un “miedo insuperable” ante la
posibilidad de poder caer presos en
manos de los rifeños, cuyas torturas aplicadas superaban con creces el aguante
humano ante el sufrimiento. También, al general Chicharro le hubiese agradecido
que responsabilizara a Alfonso XIII de la sangría de Annual y de la ineptitud de Silvestre,
al que convenció una delegación de la cabila de los Tensamán para cruzar el río Amerkan y establecer una
posición en el monte Abarrán, en contra de las órdenes de Berenguer. En
resumen: según el expediente Picasso, aquella batalla se saldó con 13.363
muertos españoles frente a sólo 1.000 rifeños. Allendesalazar se vio obligado a
dimitir como presidente del Gobierno y Alfonso XIII, causante directo del
desastre por sus ánimos a Silvestre (con el telegrama donde se decía “Olé los
hombres”) encargó a Antonio Maura formar un gobierno de concentración, donde
formarían parte todos los grupos políticos. El gobierno Maura caería en marzo
de 1922, y tras él los gobiernos de Sánchez Guerra y de García Prieto. El 13 de
septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera daba un golpe de Estado ponderado
por aquel descerebrado Borbón, al que le terminaría pasando factura el Pacto de
San Sebastián. Con su precipitado exilio, Alfonso de Borbón y Battenberg perdía
la Corona para
él y para sus descendientes. Ahí se terminaban, ¡al fin!, los derechos
históricos de los Borbones en España. Sus restos, a mi entender, nunca debieron
regresar, como así se hizo y con honores de Jefe de Estado en 1980, al Panteón
de Reyes del Monasterio de El Escorial. Juan Carlos de Borbón y Borbón Dos Sicilias, nieto del
anterior, nunca tuvo, como tampoco su padre, derecho alguno al Trono de España.
Fue impuesto como sucesor por un dictador, Francisco Franco, que decía tenerlo
todo “atado y bien atado”, y que tuvo, para mí, la “dudosa suerte” personal,
tras haberse tragado carros y carretas, de
ser “consolidado” como rey de España por su inclusión (de rondón, que todo hay
que decirlo) dentro del texto de una Constitución consensuada desde el miedo y
que sería aprobada por los españoles el 6 de diciembre de 1978.
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