domingo, 19 de agosto de 2012

Rajoy, reconfortado




El calor es insoportable y decido entrar al “bar Jiloca” para tomar unas cervezas. En una mesa del fondo, casi sin luz, está sentado Protasio, mi conocido de bar. “Qué hay”, le digo.  Me contesta un “hola” con cierto desdén. Está tan enfrascado en la lectura de unos versos que ni se acuerda de salir a la calle para encender un cigarro, como suele hacer cada cuarto de hora.”¿Qué lees?”, le pregunto. “Nada, cosillas…”. Me siento en su mesa y le observo. Tiene las gafas muy caídas sobre la nariz.  De pronto, como si le hubieran dado cuerda, comienza a recitar: “No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente…”. El tabernero nos mira mientras limpia unos vasos y  deja patinar un  largo bostezo sobre la barra de mármol. El bar está flojo de clientela. La prensa local anuncia que “Rajoy regresará mañana al trabajo tras una corta estancia en el Parque Nacional de Doñana”. Tornará a Madrid “muy reconfortado”, ha manifestado, después de haberse acercado hasta Almonte la víspera del Rocío Chico. Junto al presidente, Juan Ignacio Zoido, que está en todas las salsas, y la ministra  “naïf” Fátima Báñez, todos ellos dispuestos a ganar la indulgencia plenaria concedida por el Papa en este Año Jubilar Mariano por rezar ente la Blanca Paloma. Bueno, eso mismo hizo en Madrid el pasado miércoles Ana Botella y casi termina como el gallo de Morón. “Si supiera la gente lo que ganan los bomberos de Madrid…”,  decía Botella a sus acompañantes entre caracol y caracol y entre caña y caña. ¡Ay, la política!  En un artículo, “Lo erótico del poder”, escribía Fernando Fernán-Gómez lo siguiente: “Puedo creer que una señorita se sienta excitada carnalmente si un gran político le da la mano. Y un caballero si una ministra le da una cita (…). Me resulta difícil aceptar que el ser incluido en una lista electoral produzca el mismo placer que escuchar la llamada de una mujer desnuda; que un elevado número de votos sea igual que acariciar unos buenos muslos; que el ser elegido alcalde de Valladolid provoque una erección y que al aprobarle a uno un decreto se llegue al orgasmo”. Pues bien,  Rajoy regresa a Madrid reconfortado. Y eso es lo que importa.

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