Las fotos que nos envía el robot
desde Marte se me antojan lo más parecido a un paisaje de Los Monegros con el
Kilimanjaro al fondo. Ya verán ustedes lo pronto que aparece emergiendo de un
cráter un recaudador de contribuciones, un agente de la SGAE poniéndose la mano
encima de las cejas a modo de visera, o una pareja de la Guardia Civil con tricornio y
cogotera intentando ver el número de bastidor de ese artilugio con ruedas que
circula a discreción sin documentación ni espejos retrovisores. ¿Quién ha dicho
que en Marte no existe vida? El día menos pensado la NASA descubrirá que existe
agua, que los marcianos son unos grandes jugadores de waterpolo y que en medio
de ese inmenso desierto se asientan
tiendas de Zara y supermercados que todavía no han sido asaltados de forma
simbólica por la banda de Juan Manuel Sánchez Gordillo. Todo es cuestión de
tener paciencia. El hurto famélico, pese a lo que diga el ministro del
Interior, no es suficiente contravención como para llenar las prisiones. Se
trata de delitos de menor cuantía y, como decía La Codorniz en su sección “La
cárcel de papel”, no es necesario que pasen a la jurisdicción de más altos y
severos organismos. Fernández Díaz, que se está tomando muy a pecho el cargo
político de ministro del Interior, ha declarado al diario “El País” que “todos
somos conscientes de que la gente lo está pasando mal, pero el fin no justifica
los medios”. Hombre, ministro, si el fin no justifica los medios, ya me
explicará usted cómo el rescate de Bankia
puede justificar desde el Estado el sufrimiento fiscal de 46 millones de
ciudadanos. Piense, piense.
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