Mi conocido de bar, Protasio,
está empeñado en que le traiga de Madrid una
batamanta. No dispone de calefacción en su vivienda y, como es muy previsor,
desea agenciarse de una de cara al
invierno. Protasio la ha visto anunciada en “La tienda en casa” y
presume que en Madrid será fácil de encontrar por los alrededores de Preciados.
Protasio es un hombre que no para en casa excepto cuando duerme y he intentado hacerle entender que es mejor
una buena manta de Palencia. Pero él, erre que erre, se ha obsesionado con las
supuestas virtudes de la batamanta. “Es que, ¿sabes?, viendo el programa de
Íker Jiménez los domingos por la noche me quedo como un chupito”. En fin, ya
veré lo que puedo hacer. Protasio parece hombre de ideas claras. Le encanta la
ufología, beber anís “Manolete”, los corridos mejicanos, pringarse el pecho con ungüento
mentolado “Vicks Vaporub” para limpiar los
mocos de la traquea y untarse la minga una vez por semana con violeta de
genciana, a la que atribuye espléndidas propiedades y es -según me comenta- un tratamiento barato para las infecciones con
hongos. Me dice que en Salou se aburrió de lo lindo, todo el día en la playa debajo de
la sombrilla. Me comenta que ha leído en “El País” que el incendio de La Gomera se esconde bajo
tierra. Está convencido de que ese podría ser un gran tema de debate en “Cuarto
Milenio”. Protasio, mi conocido de bar, me da a entender que la isla de La Gomera esta aojada. Enseguida
aprovecha tal circunstancia para desbordar su imaginación con unas mentiras de
adorno.
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