A buey viejo, cencerro nuevo
Como la Generalidad
Valenciana no paga ni a dios, los enfermos de la unidad de
Cirugía del Hospital General de Castellón, para sustituir los timbres de aviso
a la enfermera por parte de los pacientes, les han hecho a éstos entrega de
unos vasos de plástico de los que se utilizan en la recogida de orina con unos
clips en su interior, para que tintineen a modo de sonajero. “La Consejería de Sanidad
asegura –según comenta El País hoy- que solo faltan por pagar 1.500 euros, que
se abonarán en breve” y parece ser que las piezas necesarias para la corrección
de esa pintoresca anomalía en los timbres
se arreglará cuando lleguen unas piezas desde Barcelona”. Díganme
ustedes si no es para llorar. Yo propongo que, a partir de hoy, a los enfermos
citados para abrirles las tripas les obliguen a llevar al hospital, además de
los adminículos de aseo personal, una campanilla como las que usan los
monaguillos o la carraca que guardan en el armario desde el último desfile
procesional. Así, un toque puede indicarle a la enfermera que se le está
acabando el gotero; dos, que acaba de devolver la cena; tres, que si debe tomar
la pastilla verde o la roja; y, cuatro, que orina oscuro. Lo malo será si tocan
varios enfermos a la vez la campanilla o la carraca y se produce un jeroglífico
de lenguas como se cuenta en el Génesis que sucedió mientras construían la Torre de Babel para alcanzar
el cielo. Porque en Castellón está siendo difícil alcanzar no ya el cielo sino
las nubes, si tenemos en cuenta que el aeropuerto de Fabra no dispone de
aviones aunque se pagan más de 7.700 euros al mes de luz y lleva gastados otros
30 millones en publicidad. Se da la paradoja de que, mientras los institutos no
podían pagar la calefacción el aeropuerto tenía una gran iluminación, se supone
que para iluminar las pistas a los coches de carreras, o para que los paseantes
de la zona pudieran ver el monumento a Fabra, esa cabeza enorme desde la que
despega un aeroplano. En fin, no deseo
meterme ahora con la señora Mato, ya que las competencias de Sanidad están
transferidas. Pero al ministro Wert sí le recriminaría que el aprendizaje de
toque de campanilla no esté contemplado en la nueva LOMCE, que es como una campana sin badajo.
Todo el mundo debería conocer el lenguje de la campanilla para salvarnos de
situaciones no deseadas, como sucede ahora en ese Hospital General de Castellón.
Al menos la técnica básica, los patrones rítmicos, los compases, las
combinaciones de duraciones de las notas y el control de la reverberación.
Existe un “Entrenamiento básico para campanas”, de Venita MacGorman, que podría
practicarse a la hora del recreo, o al tiempo en el que los que mean agua
bidestilada asisten a clases de Religión.
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