Pretender hacer un acto oficial
de lo que es sólo una ceremonia de familia se me antoja fuera de lugar. Ello viene a cuento con las
exequias que el próximo día 20 de junio se celebrarán en el Palacio Real con
motivo del primer centenario del nacimiento de Juan de Borbón Battemberg, hijo
de Alfonso XIII y padre del actual monarca. La prensa comenta que será el
primer acto oficial de Cristina de Borbón desde el 12 de octubre de 2011, con
motivo del desfile militar por la Fiesta
Nacional, en aquella ocasión acompañada de su marido Iñaki
Urdangarín. A mi entender, la familia del Rey puede organizar todos los actos
conmemorativos familiares que considere oportunos. Pero de eso, a transformar
el centenario del padre del rey en un acto oficial, va un trecho. Juan de
Borbón, tercer hijo de un rey exiliado, no representa nada para el común de los
españoles. En 1977 renunció a sus derechos dinásticos a favor de su hijo Juan
Carlos, pero hubiese sido lo mismo de no haberlo llevado a cabo. Juan Carlos
era Rey de España desde el 22 de noviembre de 1975 y los derechos dinásticos
del hijo de un rey que había dejado de serlo en 1931 sólo importaban, si acaso,
a diversos sectores monárquicos de nula trascendencia en el devenir histórico, puesto
que el nuevo reinado no era una restauración borbónica sino una instauración
por la merced de Francisco Franco. Pretender, como algunos pretendieron, que a
Juan de Borbón le reconociera la
Historia como Juan III es el mismo dislate que el pretendido
en su día por José María de Areilza, al que más tarde algunos le consideraron
como uno de los artífices de la Transición
Española, de procurar
en Roma que al dictador se le nombrase cardenal. Juan de Borbón pudo haber sido
rey en esa instauración de haberlo querido Franco, de la misma manera que lo
pudo haber sido el marqués de Villaverde, el Borbón casado con su nieta o vaya
usted a saber… Pero ser rey de España no quiere decir que lo hubiese sido de
todos los españoles. A media España, a la España que perdió la Guerra Civil, no le hubiese
gustado tener como Jefe del Estado a
aquel “Juan López”, supuesto trabajador del “Hotel La Perla”, que con el apoyo de
su exiliado padre pretendió unirse a los sublevados contra la Segunda República
el 1 de agosto de 1936, cuando cruzó la frontera española por Dancharinea. Cristina
de Borbón, y a eso iba, séptima en la línea de sucesión, puede asistir a
“elogios funerales” de sus parientes. Nada se lo impide. Pero convertir en acto
oficial lo que sólo está en la memoria de su familia me parece inoportuno y
fuera de lugar. Entre los supuestos
asistentes al acto regio se encontrará
el Fiscal General del Estado, ese señor que entiende de cine y al que se le
recordará en el futuro por el presunto “mérito” de haber conseguido que
determinados fiscales aparezcan a ojos de gran parte de la ciudadanía harta
como abogados de los ricos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario